sábado, 31 de diciembre de 2011

Cruz cruz, que se vayan los Arctic Monkeys y que venga Electric Wizard

Este año que se va, no fue en general, prolífico no esperanzador para lo que conocemos como rock. La tendencia es la misma, bandas repiten una y otra vez la misma fórmula indie, y hasta usan el mismo tipo de ropa chic, una moda que parece influenciada por la escena gay de los 80’s en Nueva York. Bandas como Arctic Monkeys, Peter Bjorn and John, y muchas más, parece que se propusieron sonar iguales. En el caso de México, el panorama fue como ha venido siendo, un amalgama de fisuras son sentido alguno, pues las bandas de aquí sólo de dedican a imitar a los ingleses o gringos, y cuando quieren hacer algo “autóctono”, terminan realizando cosas lamentables.
No me gusta hablar de “lo mejor del año”, porque es prematuro decir que un disco sobrevivirá con el tiempo. No todo es negro en los años del 2000 para acá, pues tuvimos sorpresas como Stephen Malkmus, el último disco de Cynic(una cátedra de death metal ¿progresivo?, o mitos vivientes como Roky Erickson, un verdadero baluarte de los 60’s, que se doctoró en el consumo de drogas alucinógenas en la casa de la risa(léase manicomio).
Durante estos largos e inciertos años, fuimos testigos del desarrollo musical de una de la grandes bandas de la actualidad, que ya en los 90’s había sacado grandes álbumes, pero que en el 2010 sorprendió con “Black Masses”, me refiero a los cabrones de Electric Wizard (esta banda se fundó a principios de los 90’s).
Las influencias de esta banda son claras, en primer lugar no niegan la cruz de su parroquia, o sea, a Black Sabbath, pero su sonido no se limita a imitar a los padres del rock más denso que se ha escuchado, sino que se alimentan de la versión drogada del blues de Jimi Hendrix, de los palurdos de Blue Cheer, y por otra parte, de los generosos riffs machacantes de The Melvins.
Me parece acertado que a Electric Wizard se le ha catalogado como “la banda más pesada del planeta”, un mote que los sitúa como una verdadera revelación para quienes no los conocen. Disfrutemos pues la violencia tanto letristica como sonora de los hijos legítimos de Black Sabbath.


sábado, 24 de diciembre de 2011

Strokes y similares, aprendan del maestro

En los 60's, la genialidad de The Beatles opacó, por lo menos comercialmente, a otros genios. Muchos talentos musicales de aquellos tiempos quedaron en el olvido, algunos sobrevivieron, otros se quedaron en la memoria colectiva de aquellos años, en espera de ser rescatados.

Los Beach Boys siempre fueron considerados como unos aprendices en comparación con los de Liverpool, unos muchachos que lo único que querían era festejar la bonanza de aquellos años, mientras disfrutaban de un coctel en las playas de Hawái. Tal vez algunos de sus miembros sí lo eran, pero este achaque de ingenuidad no vale para el cerebro credaor del grupo: Brian Wilson.

Uno de esos discos que no se les da su lugar, es sin duda "Pet Sounds" (1966), un disco ambicioso, pomposo y sobrecargado de sonidos que ejemplifican mejor que ningún otro disco o grupo, lo que se vivió en esos años. La era flower power en su versión americana, tan llena de vida y genialidad.

Pero la odisea musical no terminó con los Beach Boys, los proyectos sonoros de Brian Wilson eran ambiciosos, grandilocuentes, por lo que tuvo que llevarlos a cabo solo. Por allá del 66-67 Wilson tenía ya varias maquetas musicales para su más ambicioso proyecto, pero por cuestiones de las disqueras y su desilusión al escuchar el "Sargento Pimienta" de The Beatles, lo dejó guardado.

Por fin en el 2004, el señor Wilson decidió terminar su gran sueño (Smile), un disco que sorprende por la composición rebuscada, que hace uso de sonidos inimaginables, para dar cauce a sus más aferrados delirios sonoros.

Yo recomiendo escuchar este disco una mañana bajo cobijo del sol, con una buena bebida refrescante y sobre todo con los oídos bien abiertos, para apreciar en su totalidad esta obra monumental.


domingo, 18 de diciembre de 2011

Señor Benton, ¿quiere ser presidente de los Estados Unidos de Norteamérica?

Alguna vez, platicando con alguno de mis tíos, en temas sobre la violencia generalizada, narcotráfico y otros temas que nos acechan en México como sombras, salió a colación el cine gore. La cuestión fue, que para mi tío, los individuos que ve este tipo de cine, tienden a ser criminales o potencialmente lo son, ya que según él, una persona que muestra afición por la sangre y los cortes finos, es una persona mentalmente dañaba. Por supuesto que esto no es así, y las pruebas están a la vista de todos, me pregunto si gente como El Chapo Guzmán o Carlos Salinas de Gortari son aficionados a este tipo de cine, o Carlos Romero Deschamps y Elba Esther Gordillo, o gente como “La Barbie”, oLa mataviejitas”; es más los narcotraficantes son en su gran mayoría aficionados a la llamada "música norteña" o a la "música grupera", y sus aspiraciones artísticas están encuadradas dentro de los cánones más vulgares y ramplones. Claro que siempre hay degenerados que quieren rebasar la delgada línea entre realidad y ficción y llevara cabo sus más bochornosos pensamientos, y claro está, son enfermos mentales, tales como los serial killers, pero por lo regular son pocos.

Los aficionados a este tipo de cine que yo he conocido, son gente con un bagaje cultural más amplio que una persona común, y por lo regular tienden a ser más críticos y concienzudos sobre lo que pasa a su alrededor, es decir, son más responsables. Por ello achacar violencia y corrupción mental a este tipo de gustos cinematográficos, es un gran error.

Ello lo digo porque en la música pasa lo mismo. El metal en sus versiones más extremas tiende a tratar temas como violencia, asesinatos, y sangre, o algunas veces trata temas sobre el mismísimo Satanás, o agárrense, sobre temas blasfemos. Y una de las bandas que mejor lo hace es sin duda Deicide. Sus principios se reducen tocar endemoniadamente hasta sacarle las últimas gotas de sangre a  sus instrumentos, como una ofrenda para Satanás. Su death metal es fácilmente identificable porque la voz de Glen Benton es brutal, escupe fuego y no deja lugar a dudas: si en sus manos estuviera salvar al mundo, ya lo habría hecho pedazos.

Si es usted aficionado al metal despiadado, sin duda alguna Deicide no lo decepcionará. Porque ellos saben muy bien que el metal se toca con huevos. En fin, le dejo la liga para bajar este álbum llamado “Once Upon the Cross” (1995), que sin duda alguna, es uno de los discos más cabrones que se han hecho en la categoría del llamado death metal.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Dejemos los prejuicios de lado y que la música nos envuelva...

Estamos tan acostumbrados a la música pop, que cualquier música que no entre bajo los cánones de lo superficial y básico, como para colarse en las listas de popularidad, es relegada al olvido o en el peor de los casos, a la indiferencia. Por ejemplo, recuerdo mis prejuicios respecto a la llamada "música clásica", que no me dejaban disfrutarla en todo su esplendor. Ahora escuchar a Bach, Buxtehude -éstos dos primeros pertenecen a la llamada música barroca- o Beethoven, es un acto apoteósico para mí,  tan grande como leer un buen libro, de esos que nos acompañan hasta la tumba.

Pero como éste es un blog dedicado al rock, y a sus vertientes musicales, siempre trataré de no salirme de la línea rectora.

Ya he dicho que en los 60's y 70's, la explosión de propuestas musicales fue tremenda, tan grande como adelantada, tan propositiva que cualquier banda actual es una pequeñez incomparable en lo absoluto. En el llamado "rock progresivo", la cantidad de buenas bandas fue tal, que los más famosos o más "grandes" opacaron a bandas "menores". 

Una de esas bandas con poco reconocimiento por la gente es Camel. Sorprende que poseyendo un sonido tan peculiar, tan sólido y agradable, no hayan tenido el impacto que tuvieron otras bandas. Se formaron a finales de los 60's, pero grabaron su primer álbum en 1973, este mismo que les traigo a continuación, un absoluto clásico del rock progresivo y similares, porque de manera mágica, Camel logra conjugar lo más pop con los devaneos sonoros, que lo mismo arrancan ideas del jazz, como de la "música clásica", pero siempre, he aquí lo importante, manteniendo su propio sonido, sin caer en experimentaciones absurdas, que llevaron a muchas bandas del rock progresivo no sólo al fracaso comercial, sino musical.

El preciosismo musical y la precisión técnica hacen los deleites auditivos de escucha, por ello, sin temor a recomendar porquerías, lo invito a escuchar un disco de calidad, y si le gusta, puede escuchar de paso el "Mirage" (1974), un disco con dimensiones de clásico también.

domingo, 4 de diciembre de 2011

La mecha està prendida, a correr...

Estamos en tiempos de los “expertos”. Que si hablamos de democracia, hay que preguntarle a Sartori, que si hablamos de ciencia, hay que preguntarle a un científico con tres doctorados, si hablamos de música ¿también hay que preguntarle a los expertos? Por ejemplo: ¿a revistas como Wire, Pitchfork, entre otras? No estoy tan seguro, a veces en sus litas, que por lo regular sí son acertadas en sus apreciaciones, dejan de lado una serie de álbumes, que a mi parecer cumplen con los requisitos para ser considerados inmortales.

Todos tenemos preferencias, ya sea por el tipo de lectura, por la ropa que usamos, o lo que comemos, por ello hablar de un álbum siempre implica una apreciación subjetiva, no obstante una previa valorización con base en comparaciones y reflexiones, que implican un conocimiento general de la música en cuestión, nos sirve como guía para aproximarnos de la manera más certera posible.

Uno de aquellos discos que nunca entraría en una lista de los mejores, pero que a mi parecer es tremendo, es “The Essential Fucked Up Blues”  (2000)–con este título ya sabemos por dónde va el rollo- de dos tipos de Alabama, aferrados al blues de antaño, llamados The Immortal Lee County Killers.

Cuando por fin conseguí este disco, casi me dieron ganas de llorar, y cuando lo escuché completo me lo chuté con una botella de whisky, porque no había escuchado algo más salvaje y demoledor que esto. Desde la primera canción, el escucha está ante una serie de petardazos auditivos, amenazado con una guitarra que lleva dinamita y una batería tan puerca como los estados sureños gringos.

Este disco, su debut, de confección casera, trae pura mala leche, sabe a resaca de Bourbon y a desierto, porque en materia de blues, es tan ortodoxo como propositivo. Su sonido es tan canalla, que hace parecer a The White Stripes como las hermanas de la caridad, y a The Hives como unos niños chilletas. Así, que mi estimado lector, le traigo a continuación, uno de mis discos favoritos de todos los tiempos, un brebaje de garage rock y blues, con raíces y con la virulencia imaginativa del rock sureño de los EE.UU.