domingo, 25 de octubre de 2020

Bastardos Pretorianos

Creímos que el inmutable destino que guiaba nuestras vidas, era lo que comúnmente se conoce como suerte, pero era más que eso, era una prerrogativa, una licencia dada a ciertos individuos de la manada, con el fin no explícito de perpetuar, y mantener sana y salva a la especie. El delito y el pudor no entraban en nuestro cristalino y básico, pero efectivo "sistema de valores".

Pero un día, la iluminación llegó a Ptolomeo y dijo:

-Sólo puedes estar seguro de dos cosas, que te vas a morir, y que te vas solo, todo lo demás es tema de especulación...

Estábamos sentados, en un restaurante de comida tradicional italiana, con sus manteles a cuadros, y su fuerte aroma a olivo, y por cada mesa una botella de vino tinto. Después de una pedagógica y lúcida plática más, concluyendo con las palabras antes descritas, Ptolomeo sacó su revólver, mientras yo terminaba mi spaguetti a la carbonara; sonriente y despreocupado como siempre, mirándome a los ojos como a un hermano, colocó el cañón del arma en su boca y se voló los sesos. Mientras yo, acostumbrado al estruendo y al arte violento, terminé lo que quedaba de vino, brindé por mi fiel compañero con las últimas gotas de la botella.

 

En unos minutos llegaron los federales, los detectives y el servicio médico forense, y yo fui arrestado, pero liberado en menos de 12 horas. Yo seguí con mi vida de acuerdo a lo que estaba pintado en el pizarrón del destino, hasta que conocí a Sasha.

Sasha era de origen oriental, con modales de mexicana clasemediera y un refinado gusto por el arte plástico. Vino de visita a México por cuestiones académicas y le gustó tanto el país por su amplia cultura en términos generales, que abandonó su tierra natal para instalarse definitivamente en tierras mexicas. La conocí en alguna galería de arte, ubicada en el centro de la ciudad; me increpó por haber pateado a un perro que evidentemente intentaba comerse un bocado que traía en la mano. La primera vez que pedí disculpas fue aquél nefasto día. Me castigó con su mirada de fuego y me ofrecí para servirle como guía durante el recorrido en la exposición, porque los artistas eran mis amigos y yo su mecenas, unos pupilos más entregados a la ruleta rusa del arte contemporáneo.

Al terminar el recorrido (nada digno de mención), fuimos a comer a algún puesto de comida callejera, y hasta ese momento caí en la cuenta de que traía una criatura entre brazos. La bebé, en sus brazos, era adorable, con sus ojitos rasgados desmañanados, pestañas prominentes, y unos labios apenas visibles, miraba sin dirección ni propósito, como los ojos del perro callejero. Su naciente cabello rizado, negro, daba una sensación de ternura y sorpresiva admiración, porque había algo que no encajaba en ella, su movimiento antinatural hacia el cielo, cada vez que le hablabas.

Me extrañó que la niña no era suya, pues era encargo de su amiga, aunque la niña se aferraba a ella como si fuera su verdadera madre, y en un primer intento trató de morder mi dedo, cuando rocé su mejilla con mi pulgar.

Estábamos parados en ese puesto color amarillo y, después de comer, mientras pagábamos, me encargó a la bebé, (para buscar algo en su bolso), que ya no se mostró reacia hacia mí, se amoldó a mis brazos, pero ¡oh destino inescrutable, yo creí haberlo visto todo! La bebé tenía cara de vieja, una vieja horrible desdentada y arrugada, que me susurraba palabras obscenas, que me chuparía la pija, que me iba a matar a punta de cuchillo, y que le daba menos asco una mierda de rata de cloaca que yo... en ese breve lapso, desabrochó mi camisa, y comenzó a besarme el pezón, sin dejar de proferir obscenidades, y cuando Sasha volteó ya era una bebé normal. Ante mi azoro, mucho después, me di cuenta que estaba sangrando en mi pecho. Tuve que tirar esa camisa, porque apestaba a libertinaje y crimen.

Ya no volví a ver a Sasha nunca más, pero esa bebé sigue frecuentándome en sueños, me dijo que, ahora que aprenda a caminar va a rajarme el pescuezo mientras duermo. A veces creo verla en los ojos de cualquier bebé, a veces en la cara de algún delincuente de poca monta, pero es en sueños donde el miedo cerval se apodera de mí, dice que tiene una máscara de Ojo con Sombrero, como los Residents, y que así se va a aparecer, que no importa lo que haga, que ese pensamiento que iluminó la cabeza de Ptolomeo ella se lo susurró, que si ella quiere, un sólo par de palabras bastarán para destruirme, que su aliento es capaz de derribar árboles, que la gente común no lo ve, que ella asumirá las riendas del destino de aquellos que se creen indomables, de aquellos que no creen en la fuerza de la locura, de aquellos que se creen de corazón indómito y de voluntad de acero. ¡Maldita seas! ¿bebé?




domingo, 4 de octubre de 2020

Human Be-In

 

El fin de semana pasado, fui a un lugar al que siempre recurro cuando necesito despejar mi mente, es un lugar secreto, donde se dan citas diferentes seres extraños, algunos soberbiamente brillantes, otros tristemente abatidos, que encuentran en este espacio, un hueco de sobriedad atmosférica. Yo llegué ahí gracias a mi amigo Human Be-in, lo conocí en un callejón, tirado en la basura, maltrecho, un verdadero desastre, en medio de un muladar amenazante, donde las ratas tenían su reino. Tenía grabado en su brazo: IBM crap.

Yo lo llevé a mi casa, curé sus heridas como pude, y le ofrecí algo de comida y tragos reconfortantes. Desde ese momento, nuestra amistad se forjó en fuego, sobre todo por su erudición en rock and roll, contracultura e ideas revolucionarias e incendiarias. A medida que mejoraba su condición física, su mente abría nuevos espacios , que habían sido cerrados después de un violento choque de dura realidad. Al mes partió, pero cada quince días acudía a mi hogar, donde poníamos discos, hablábamos de cosas relevantes, como tipos de guitarras, artefactos explosivos para darle una patada baja al Gran Hermano, experiencias psicodélicas, o cualquier tema que se cruzara en el camino hacia la revolución.

Human Be-in lucía agotado, los hilos pendían de lo invisible, su estancia en los mejores eventos de rock and roll, lo habían debilitado.

Sentado, en mi regazo, un poco ebrio- Liberen a John Sinclair-

-Eso fue hace mucho- respondo.

-Aún sigue ahí, todos parecen divertirse mucho con sus teléfonos móviles. Attali tenía razón. La diáspora del poder institucionalizado, incluyendo la música, se ha dispersado, sin un punto fijo. Cada quién es su propio verdugo y su azote. La naturaleza efímera y no-localizada de la música, ha derivado en un sinsentido -¡Liberen a John, libérenlo ya!-

Nadie supo dónde vivía Human Be-in, ni cuántos años tenía, ni quién fue su creador, el muñeco de ventrílocuo siempre estaba malhumorado, con su cigarrillo que delataba su estado de ánimo, cansado, harto del mundo, un cigarrillo que apuntaba al suelo, en un ángulo triste, y desganado.

Lo llevé en mis brazos, llegamos a un hoyo funky, alguien puso algo de MC5. Sus ojos se encendieron, después se inundaron de lágrimas, sentí su leve temblor. Human Be-in deseaba morir en ese momento, recordó cuando se incendiaron las banderas gringas, cuando se vislumbró una esperanza, efímera pero poderosa.. Su emoción fue fulminante, falleció en mis brazos, tuvo una visión, lo supe cuando apuntó a la nada y gritó: ¡Kick out the jams motherfuckers!




domingo, 20 de septiembre de 2020

Paseo en Bomarzo

Cada paso que damos es un atreverse a lo desconocido, un "paso más" hacia el abismo. Durante un reciente viaje a la Italia central, tuve un primer acercamiento a lo que posiblemente sea uno de los pocos lugares en el mundo que vale la pena visitar en tierra firme.

Después de naufragar en un mar de gente agringada, con el lema tácitamente tatuado "éxito a toda costa" en su frente, y después de vadear dentro de un camión a través de una colina sepia de color triste, llegué a la entrada del parque Bomarzo.

Lo que parecía una visita más a un parque cualquiera, se convirtió en una experiencia metafísica y moral. Siempre que va a suceder algo  extraordinario, los primeros en advertirlo son los perros, (que después de sus temerosos ladridos, salieron corriendo hacia cualquier parte), y a veces, la extraña forma de la lluvia, perece augurar un destino fatal o fuera de lo común. ¿Destino fuera de lo común? La lluvia fue cayendo lentamente y de forma delicada, sobre el siniestro y hermoso paisaje que ofrecía la tarde; todos comenzaron a impacientarse.

Entre miradas temerosas, dubitativas y furtivas, algunos asistentes declinaron entrar al parque, después de que nos anunciaron que no abrirían sus puertas. Sin dar más motivo. Después de unos minutos, a regañadientes, nos anunciaron  que abrirían, bajo condición de firmar una carta responsiva.

Podías ver el saludo de los cipreses,  amenazando y bailando sus hojas en el aire estival, como diciendo : entra, si quieres saber.

Una anciana romana, con manos temblorosas leía en voz alta, un fragmento de el Evangelio de Ezequiel:

"Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila". (Ez. 1, 10). Y con un notable sudor en la frente fue llevada a las afueras del lugar, cuando en un arranque de locura prefigurada comenzó a recitar en voz alta un poema de los Cantos Órficos de Dino Campana, con espumarajos saliendo de su boca retorcida vociferó:

Luz del crepúsculo se atenúa:

Inquietos espíritus ¡sean dulces las tinieblas

Para el corazón que ya no ama!

Manantiales, manantiales hemos de escuchar,

Manantiales, manantiales que saben

Manantiales que saben que los espíritus están

Que los espíritus están escuchando…

Escucha: la luz del crepúsculo se atenúa

Y para los inquietos espíritus son dulces las tinieblas:

Escucha: te ha vencido la Fortuna:

Mas para los corazones ligeros otra vida está a las puertas:

No hay dulzura que pueda igualar a la Muerte

Ya ya ya

Oye a quién aún te acuna:

Oye a la dulce muchacha

Que dice al oído: ya ya

Y de golpe se eleva y desaparece

El viento: ¡vuelve al mar

Y oímos jadear

Al corazón que más nos amó!

Miramos: el paisaje

De los árboles y las aguas ya es nocturno

El río se va taciturno…

¡Pum! ¡mamá, ese hombre allá arriba!


 

Antes de caer desplomada, nos dirigió una mirada entre angelical y confusa.

El que vio descender al Ángel Gabriel, en realidad vio un mosquito, y los que predicen el futuro a través del humo de un cigarrillo, no están del todo equivocados, pero la forma en que se desplaza un mosquito dice más, y mucho más se puede ver a través de un ojo humano, en él, están contenidos los misterios del mundo, y yo vi en las miradas de los asistentes que esto iba a ser algo distinto, fatal, pero revelador.

Cruzando la enclenque y antigua puerta, me recibió un beso de Venus, que posó sus ojos en los míos, para transformarme en agua, y a través del río y de riachuelos, recorrí el fantástico parque. Yo flui con todo, porque ya no era yo, sino una prolongación del continuo devenir que se expresaba en el río.

Las figuras míticas y ancestrales, se iban posando en mi visión, la imponente figura de Neptuno, y los pegasos volando sobre él, mientras los cántaros despedían agua nueva, como recién salida del cielo. Vi a la tortuga gigante, desplazarse unos metros hacia el espeso ramaje, pude escuchar un verso de Baudelaire, en boca de Diamanda Galás, porque en medio de la anunciada neblina, salió de la boca de esa cabeza gigante de Ogro con la inscripción: "Todo pensamiento es fugitivo"; mi miró levemente, y volvió a internarse en esa angustiosa forma de boca. Unos metros más adelante, los dragones de piedra, iban desperezándose lentamente, y cerca de ahí, vi a Salvador Dalí bailando lentamente con su hirsuto pero elegante bigote, despidiendo mariposas que salían de su mano, naciendo elefantes diminutos, para después partir volando hacia el nefasto azul preponderantemente marino, rematado con vetas de negro arcaico, marmoleado.

Y las lágrimas de perla que claramente despedían esos inicialmente elefantes blancos, fueron cayendo en el tambaleante piso de verdor amarillento, naciendo unas flores exóticas y perfumadas de veneno almizclado. 

Al voltear levemente hacia atrás, pude ver, levantando mi cabeza hacia tierra firme, que los demás turistas estaban en el suelo, mirando al cielo, embelesados, como queriendo ignorar lo que estaba sucediendo. El aroma floral los había derrumbado, pero sin capacidad física de moverse, sus sentidos estaban altamente extasiados. La señora declamadora del inicio pasó sonriendo a todos, se escapó por entre la vereda, y yo seguí el curso del río.

Apoyándome en una piedra, salí del río, sentí mi rápida transformación de pez a reptil, como los renacuajos, , en un instante, de rana pasé a hombre. Y de un momentáneo aleteo, mis alas desaparecieron, para caer en tierra firme después de un leve desplazamiento hacia arriba; estuve a punto de volar. Y allí vi a  Hermes Trimegisto, jugando con el mundo en sus manos, que era sol y luz, que se perdió en el infinito, después con su mano señaló esa luz que cegó mis ojos por un instante. Los suyos luminosos, radiantes de alegría y confusión me invitaban a creer en el mundo. Me dijo después de un momento de contemplación: ¿Ves esa roca? escribamos algo ahí. 

Tomó mi mano y con una pluma de oro, escribimos:

Cánticos supersticiosos alabando a Moloch

Las cítaras lloran nerviosas la canción baladí

Los vestidos sellan hermosos cuerpos de vírgenes

En alusión cariñosa, se mencionan las dagas, los cuchillos y las balas

Cantaletas fibrosas molan la sangre que flota

Casi lección, casi revelación

Los demonios escondidos, adiestrados en lo marcial

Salen voluptuosos, hermosos, en acción de maldad

—Miles de velas e inciensos olor mate—

Risas incómodas

Besos aún más incómodos.


Cuando desperté ya iba en el avión, dudando de mi existencia anterior, que me llevó inexorablemente a tomar unos días de reposo. Y ahora, al recordar más claramente, llegó como un relámpago a mi memoria, recuerdo que entré en un camino secreto, una puerta que me llevó a un bacanal antiguo, del que sólo me llega a la memoria que salí de allí con una guirnalda de olivo.

 



miércoles, 26 de agosto de 2020

Escuela en tiempos de posnacionalismo

 

"Cuando caminaba, lo hacía con movimientos suaves y elásticos, con ese replegarse y estrecharse un tanto tímidos, propios de quien está acostumbrado a recorrer siempre erguido una serie de habitaciones vacías, y donde cualquier otro parecería tropezar pesadamente contra invisibles rincones del cuarto desierto"

Robert Musil.


El carácter de un hombre no se forma en la sociedad, ni siquiera en familia, es en la escuela donde los latigazos de realidad delinean su alma preconcebida y semi-moldeada.

Lo que llaman neoliberalismo, se respiraba desde mucho antes en las escuelas privadas. Por eso, los que más se sorprendieron de los brutales  cambios en las relaciones socio-económicas salieron de escuelas públicas. Yo tuve la ¿fortuna? de vivir en carne propia tanto lo que se experimenta en las aulas privilegiadas como en las públicas.

Mi descenso escolar se debió a una repentina caída en las finanzas familiares, así que, de un instituto de gran nivel, pasé, a mitad del camino, a un colegio medio fresa por la colonia Condesa. Colegio más o menos respetable que ofrecía becas a los hijos de burócratas que sacaban arriba de 8. Pero el éxito no depende de aptitudes escolares, sino de tu fiereza para no dejarse vilipendiar por todo tipo de lobos adolescentes que, a la menor provocación te ponen el pie sólo por pasar el rato mientras mascan chicle.

Siempre tuve la certeza de que los zapatos deportivos que traías y el efectivo que guardabas en los bolsillos, era tu carta de presentación en cualquier escuela. Mi temor a ser la burla nunca terminó, hasta que caí en la entonces peor secundaria pública del lejano Distrito Federal. Una vez que se toca fondo el mismo cuerpo te exige que te levantes.

Es en la escuela primaria donde se reconocen los primeros esbozos de la crueldad humana en su más fina y tosca expresión, como diamantes en bruto; y yo experimentaba una sensación entre lujuriosa y religiosa cada vez que descubría un nuevo esbozo de personalidad. Mis descubrimientos eran en su mayoría sutiles, aunque algunos rayaban en lo grotesco, y no por ello eran menos importantes. Por ejemplo: el rey de los golpes siempre desprendía un olor a caca fresca, la niña regordeta que siempre lloraba cuando sacaba 9 guardaba en su lapicera una colección envidiable de plumas y lápices de todo tipo -¿futuros burócratas?-, el ladrón de la clase siempre lucía impecable y olía a leche, o el bufón del salón, que siempre traía un zapato con las agujetas mal puestas.

De entre todo el alumnado, en la clase había un chico especial, un talento nato.

-Mira es el hijo de mi compañera, Federico, va en tu salón- Dijo mi madre cuando lo conocí.

Lo recuerdo como el hijo pródigo de la clase trabajadora. Su piel a la Fin de Semana en Acapulco (bronceado perfecto), y su peinado a la Marlon Brando, su relativa baja estatura, junto con su mirada penetrante de ojos entre verde y miel. Tenía un aire burlón y malvado, la gente de bien lo respetaba, desde el más nerd hasta la directora. Su promedio era superior a 9 y parecía que pronto representaría al país en la olimpiadas, por lo menos en natación.

-Hola Fede- Hay que guapo- saludos a tu mamacita- le decían.

Los ricachones del salón lo odiaban, sin duda, no sólo por su aspecto de pequeño Dandy, a veces su caminar daba la impresión de que en cualquier momento bailaría un tango, no, era porque no había mujer que no se pusiera nerviosa en su presencia, no sólo las compañeras, sino las mamás de los alumnos, en su mayoría hubieran querido amamantar a un ser tan elegante y prodigioso como Federico. En el salón, de manera explícita o implícita, tenía derecho a besar a la que fuera, Sally, la niña que parecía traída desde las lejanas tierras británicas, la niña española, con su apellido raro, y sus piernas de atletismo imperial, a las bellezas nacionales.Todas parecían rendirle honores a este ser casi minúsculo, pero imponente, en la alberca hasta pequeños cuadros se formaban en su abdomen ¡Maldita sea, y yo en ese entonces ya tenía dos lonjas!

Lo único que le echaban en cara, era su relativa pobreza, pues para los miembros de aquél infame colegio, si tu papá no andaba haciendo negocios en el extranjero, eras un miserable más ¡Y vaya que calaba! Hasta los profesores hacían gala de estas cuestiones de la fortuna. Dios siempre está donde está  el negocio.

Y yo trataba de aprender de él, de sus modales, a veces me ignoraba, no sacaba nada provechoso de un ser insignificante como yo, más que un ¿me prestas sacapuntas?

Al salir del colegio, cada chaval desapareció como si nunca hubiéramos existido. Más de una década después tuve noticias nefastas de Federico. Pues las tragedias que suceden a la gente brillante son las que más gustan a la gentuza y las que más rápido se propalan.

Sentí mucho su accidente, tuvo su cuasi James Dean, sólo que quedó paralítico. La promesa de la clase media baja en silla de ruedas. Lo imaginé, sonriente, optimista, con su soberbio peinado, riendo a Dios, perdonándolo por esa mala broma.

Pero ya sea por la melancolía adquirida, por el desinterés de los que antes le amaban, o simplemente por permanecer tanto tiempo en el mismo sitio, Fede cedió a la desesperanza, su agudeza y tacto de artista de las relaciones sociales se vio mermada por una paulatina y cancerosa visión del mundo exterior. Lo imagino escuchando algún disco de Elliott Smith, exigiéndole a la vida, medio iracundo y medio desfallecido, o tal vez escribiendo poemas de sangre que algún día la posteridad cobijará en su sagrado seno.

Donde quiera que estés amigo, brindo por esos tiempos, por esa soberbia nietzschiana al contestar a los profesores, por esa altivez juvenil y descaro que escupías con la mirada. Si llegas a leer esto, querido amigo, a tu memoria. Salud.