Cada paso que damos es un atreverse a lo desconocido, un "paso más" hacia el abismo. Durante un reciente viaje a la Italia central, tuve un primer acercamiento a lo que posiblemente sea uno de los pocos lugares en el mundo que vale la pena visitar en tierra firme.
Después de naufragar en un mar de gente agringada, con el lema tácitamente tatuado "éxito a toda costa" en su frente, y después de vadear dentro de un camión a través de una colina sepia de color triste, llegué a la entrada del parque Bomarzo.
Lo que parecía una visita más a un parque cualquiera, se convirtió en una experiencia metafísica y moral. Siempre que va a suceder algo extraordinario, los primeros en advertirlo son los perros, (que después de sus temerosos ladridos, salieron corriendo hacia cualquier parte), y a veces, la extraña forma de la lluvia, perece augurar un destino fatal o fuera de lo común. ¿Destino fuera de lo común? La lluvia fue cayendo lentamente y de forma delicada, sobre el siniestro y hermoso paisaje que ofrecía la tarde; todos comenzaron a impacientarse.
Entre miradas temerosas, dubitativas y furtivas, algunos asistentes declinaron entrar al parque, después de que nos anunciaron que no abrirían sus puertas. Sin dar más motivo. Después de unos minutos, a regañadientes, nos anunciaron que abrirían, bajo condición de firmar una carta responsiva.
Podías ver el saludo de los cipreses, amenazando y bailando sus hojas en el aire estival, como diciendo : entra, si quieres saber.
Una anciana romana, con manos temblorosas leía en voz alta, un fragmento de el Evangelio de Ezequiel:
"Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila". (Ez. 1, 10). Y con un notable sudor en la frente fue llevada a las afueras del lugar, cuando en un arranque de locura prefigurada comenzó a recitar en voz alta un poema de los Cantos Órficos de Dino Campana, con espumarajos saliendo de su boca retorcida vociferó:
Luz del crepúsculo se atenúa:
Inquietos espíritus ¡sean dulces las tinieblas
Para el corazón que ya no ama!
Manantiales, manantiales hemos de escuchar,
Manantiales, manantiales que saben
Manantiales que saben que los espíritus están
Que los espíritus están escuchando…
Escucha: la luz del crepúsculo se atenúa
Y para los inquietos espíritus son dulces las tinieblas:
Escucha: te ha vencido la Fortuna:
Mas para los corazones ligeros otra vida está a las puertas:
No hay dulzura que pueda igualar a la Muerte
Ya ya ya
Oye a quién aún te acuna:
Oye a la dulce muchacha
Que dice al oído: ya ya
Y de golpe se eleva y desaparece
El viento: ¡vuelve al mar
Y oímos jadear
Al corazón que más nos amó!
Miramos: el paisaje
De los árboles y las aguas ya es nocturno
El río se va taciturno…
¡Pum! ¡mamá, ese hombre allá arriba!
Antes de caer desplomada, nos dirigió una mirada entre angelical y confusa.
El que vio descender al Ángel Gabriel, en realidad vio un mosquito, y los que predicen el futuro a través del humo de un cigarrillo, no están del todo equivocados, pero la forma en que se desplaza un mosquito dice más, y mucho más se puede ver a través de un ojo humano, en él, están contenidos los misterios del mundo, y yo vi en las miradas de los asistentes que esto iba a ser algo distinto, fatal, pero revelador.
Cruzando la enclenque y antigua puerta, me recibió un beso de Venus, que posó sus ojos en los míos, para transformarme en agua, y a través del río y de riachuelos, recorrí el fantástico parque. Yo flui con todo, porque ya no era yo, sino una prolongación del continuo devenir que se expresaba en el río.
Las figuras míticas y ancestrales, se iban posando en mi visión, la imponente figura de Neptuno, y los pegasos volando sobre él, mientras los cántaros despedían agua nueva, como recién salida del cielo. Vi a la tortuga gigante, desplazarse unos metros hacia el espeso ramaje, pude escuchar un verso de Baudelaire, en boca de Diamanda Galás, porque en medio de la anunciada neblina, salió de la boca de esa cabeza gigante de Ogro con la inscripción: "Todo pensamiento es fugitivo"; mi miró levemente, y volvió a internarse en esa angustiosa forma de boca. Unos metros más adelante, los dragones de piedra, iban desperezándose lentamente, y cerca de ahí, vi a Salvador Dalí bailando lentamente con su hirsuto pero elegante bigote, despidiendo mariposas que salían de su mano, naciendo elefantes diminutos, para después partir volando hacia el nefasto azul preponderantemente marino, rematado con vetas de negro arcaico, marmoleado.
Y las lágrimas de perla que claramente despedían esos inicialmente elefantes blancos, fueron cayendo en el tambaleante piso de verdor amarillento, naciendo unas flores exóticas y perfumadas de veneno almizclado.
Al voltear levemente hacia atrás, pude ver, levantando mi cabeza hacia tierra firme, que los demás turistas estaban en el suelo, mirando al cielo, embelesados, como queriendo ignorar lo que estaba sucediendo. El aroma floral los había derrumbado, pero sin capacidad física de moverse, sus sentidos estaban altamente extasiados. La señora declamadora del inicio pasó sonriendo a todos, se escapó por entre la vereda, y yo seguí el curso del río.
Apoyándome en una piedra, salí del río, sentí mi rápida transformación de pez a reptil, como los renacuajos, , en un instante, de rana pasé a hombre. Y de un momentáneo aleteo, mis alas desaparecieron, para caer en tierra firme después de un leve desplazamiento hacia arriba; estuve a punto de volar. Y allí vi a Hermes Trimegisto, jugando con el mundo en sus manos, que era sol y luz, que se perdió en el infinito, después con su mano señaló esa luz que cegó mis ojos por un instante. Los suyos luminosos, radiantes de alegría y confusión me invitaban a creer en el mundo. Me dijo después de un momento de contemplación: ¿Ves esa roca? escribamos algo ahí.
Tomó mi mano y con una pluma de oro, escribimos:
Cánticos supersticiosos alabando a Moloch
Las cítaras lloran nerviosas la canción baladí
Los vestidos sellan hermosos cuerpos de vírgenes
En alusión cariñosa, se mencionan las dagas, los cuchillos y las balas
Cantaletas fibrosas molan la sangre que flota
Casi lección, casi revelación
Los demonios escondidos, adiestrados en lo marcial
Salen voluptuosos, hermosos, en acción de maldad
—Miles de velas e inciensos olor mate—
Risas incómodas
Besos aún más incómodos.
Cuando desperté ya iba en el avión, dudando de mi existencia anterior, que me llevó inexorablemente a tomar unos días de reposo. Y ahora, al recordar más claramente, llegó como un relámpago a mi memoria, recuerdo que entré en un camino secreto, una puerta que me llevó a un bacanal antiguo, del que sólo me llega a la memoria que salí de allí con una guirnalda de olivo.
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