jueves, 30 de diciembre de 2021

El Nische

 

Bestias sulfurosas roían sus pensamientos más profundos, soñaba con despertar en algún palacio romano, litigando contra Dios o contra el Diablo, mientras su espíritu se elevaba hacia horizontes eternos. La noche caía dulcemente y el solaz veraniego era un delicado descanso, en recompensa por la planeación y ejecución de las ideas más robustas y soberbias de su post-humanidad. Más bien, cabría hablar de su pre-humanidad, porque no  se puede considerar humano a quien piensa como fiera de caza, y vive al compás de los instintos más profundos, mientras su cabeza se mece entre regazos de bestias innombrables.

El invierno era su estación favorita, los témpanos eran más bellos, más adustos y fríos.

El ocaso era un sueño cercano, cada vez más cercano, cada pensamiento calibraba sus ideas más firmes, las ideas de una revolución de espíritu, un zarpazo ético de corte nietzscheano, pero basado en una dieta estética de estricto "filosofismo" material.

Los Ángeles lloraban cada vez que sus pensamientos contaminaban sus plegarias; el mismo Lucifer vaciló cuando vio que sus sueños eran superados en majestuosidad por los de Varg Vikernes. La razón se convirtió en un pretexto de su osadía y el black metal en un vehículo de su pantone ideológico-musical.

Noruega fue su patria, pero el infierno fue su hogar. El frío templaba sus emociones, asegurando una razón griega clásica con adornos escandinavos. Las runas que desfilaban en su pensamiento en realidad eran saetas del más allá, un grito lejano de desesperación, un intento por salvar el vacío interior.

Sus ojos de alabastro veían pasar la vida en cámara lenta, un soplo de coníferas vacilaba al pasar por sus orificios nasales, y su imaginación desplegaba sus alas para irse a lugares ignotos, lugares bellos y desconocidos ¡Oh sabiduría, oh esplendor de ecos livianos, fortalezas de oro que encubren al que reposa su cabeza en los trazos de Solón!

Pero cuando uno se decide a "la vida", tiende a forzar los lazos de la comunidad y la moralidad, provocando no sólo una convulsa tentación de "vivir", sino un torbellino de ideas que se expresa casi siempre, con la misma humanidad del que evoca las pesadillas del inferno.

Su natural pragmatismo y euforia espiritual lo llevó a involucrarse con el inner circle. Los incendios de iglesias llegaron pronto, de repente la noticia salió en los principales diarios del país. Estuvo preso por ello; pero ello era un simple juego de niños, incluso el asesinato de su amigo de andanzas musicales; después de todo, no fue tan difícil asesinar a un burgués disfrazado de rebelde.

Con su liberación, fue a probar suerte en tierras más hostiles y salvajes.

Por azares del destino terminó en una cárcel mexicana, por un delito común en el país: violar y matar a una menor de edad a cambio de una cantidad ridícula de dinero.

Después de asesinar a su compatriota creyó conocer los terrores más furibundos de los hombres. Craso error, la brutalidad y la bajeza no tienen fondo, y lo pudo constatar durante su corta estadía en el penal conocido como Almoloya de Juárez.

La ideología burguesa ha conquistado el corazón de los ciudadanos de países desarrollados, al punto de creer que los valores éticos son universalmente compartidos, que siempre habrá un atisbo de razón, una luz que ilumine el fango, aún  cuando seamos conscientes de haber roto el pacto social.

Como sucede siempre en los países menos "civilizados", la justicia tiene un precio, y en un principio, Varg se negó a pagarlo, confiando demasiado en su fortaleza moral y física.

Aun el haber violado y matado a una niña le daba una posibilidad de salir impune en este país chabacano. Sin embargo, su corazón triunfante anhelaba conocer a esas bestias de la humanidad, esos homúnculos brutales  que habitan las cárceles mexicanas.

El natural desprecio que sentía hacia las culturas inferiores, se transformó en un amor, no idílico, sino fatal.

El sueño se confundía con la vigilia. Desde su llegada al penal se convirtió en la prostituta favorita de presidarios sin piedad, que le llamaban "la nische", seres desalmados que lo obligaban a usar minifalda y moños de colores. Lo sometieron sin dificultad, decían "mira a la güera, está bien sabrosa" "presta pa' cá", "a ver mi amor te habla el pelón" y demás bajezas dignas de un calabozo de perros sarnosos.

La primera vez que se resistió fue terrible, lo atravesó un palo de escoba, y ello no fue como un honorable empalamiento medieval, sino una grosera falta de respeto a sus partes más nobles ejecutada por las gentes más groseras y estúpidas de la estirpe humana. Su orgulloso orificio anal fue perforado y atropellado por los miembros más sucios y salvajes. Tuvo que sentir la fuerza bruta sobre su humanidad. De un golpe derribaban sus ideas más celestiales. Un galope impetuoso de golpes con fierro y cadenas salpicaba de sangre el cuarto donde supuestamente estaría a salvo. Nunca conoció jerarquías, porque él estaba en la base de la pirámide, como si fuera el miembro menos deseado de la comunidad, no sólo por haber negado al soborno, sino por su presuntuosa intelectualidad.

Su pre-nazismo se transfiguró en pre-cristianismo, una evocación de culpa y horror. Por primera vez las lágrimas poblaron su semblante, al sentir que le arrancaban su pija a mordiscos obscenos, mientras lloraba sin interlocutor; sólo contaba con las risas de los espectadores. Los reos más infames de la prisión se carcajeaban sin piedad.

Sexo, violencia, sudor, semen y música banda; su nariz y sus ojos se acostumbraron a la putrefacción que asaltaba su cuerpo. Su cara deformada daba cuenta de la vileza en que cayó.

Lo habían matado por dentro, por fuera solo era un pedazo de carne blanca, pálida y miserable, sus ojos ya no delataban soberbia sino asombro y terror. Sus libros, estaban llenos de cagada ajena, sus trastos orinados y su ropa lustrada de excreciones humanas. Así vivió un par de meses, el hombre que soñó con el despertar de una Europa pagana. Hasta que rogó a sus abogados que sobornaran a todos los que fuera necesario.

Después de salir de aquél infierno tropical, le quedó grabado un recuerdo con cincel. En su peor día de estadía, (porque aún cuando el día es malo, siempre se puede poner peor. Schopenhauer dixit), cuando un obeso de ojos rasgados lo penetraba, mientras tocaba una banda de metal extremo (por el aniversario de la prisión, que ofrecía un día de campo para la comunidad) escuchó que se llamaban Brujería, y tocaban el extraño tema "Matando Güeros". Entre el dolor, el lapsus intelectual  de peyote y los riffs de machete, sintió que vislumbraba una nueva verdad. La antigua fuerza bruta; pero no la concibió como antes, sino en todo su sentido visceral, como un navajazo inesperado en la yugular, mientras se degusta un buen platillo en algún buen restaurante.

¿Has sentido el miedo como en tu primer asalto a mano armada? ¿Has sentido el genuino odio sin razón de tu vecino? pues ahora multiplícalo por 100 y dale la bendición del Papa, y ahí tienes un bocado de sociedad.

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario