jueves, 26 de mayo de 2016

What the hell am I doing here?

 
Aún éramos niños; mis primos, mi hermano y yo vivíamos en un mundo pequeño, pero certero. Los partidos de fútbol contra la escoria del parque, la bromas que gastábamos a la gente, a nuestro tío, el tío víctima de la sociedad y el mundo despiadado. Pudimos haber terminado en el reformatorio, quizá tal vez asesinado a alguien sin querer.

Sólo creíamos en la importancia de hacernos reír a costa de los demás. Sabiendo que los castigos domésticos eran seguros. Ya apostábamos en un partido contra los malvivientes de la calle, o contra los hijos de las prostitutas. Nosotros éramos de casa, claro, con la misma licencia para hacer lo que nos diera en gana en la calle. En la televisión la Selección siempre perdía, pero en la calle éramos el Manchester United.

Nuestros programas favoritos, las Tortugas Ninja, los Cazafantasmas, los Simpsons, los Gremlins, el Nintendo, Reino Aventura, las palomitas y el refresco helado. Los raspones, las golpizas en la calle, las buenas calificaciones  a pesar de todo, el contraste de nuestros colegios; yo era afortunado, por estar dentro de uno privado. Mi peinado a la Benito Juárez, mi vergüenza hacia la comparación con el exPresidente, mi primer odio hacia el gobierno y hacia el América, mis monedas de a peso, que pesaban bastante, junto con mis pantalones desgastados de correr sin rumbo fijo. La promiscuidad de los primos más grandes con las mujeres, la admiración de los más pequeños. La autoridad de los primos grandes no se debatía. Sólo se debatía sobre los medios para lo que íbamos a hacer.

Nos respetaban, incluso las cucarachas que eran abundantes en la casa de mis abuelos, sólo se limitaban a pasar sobre nuestros cuerpos para retirarse a lo suyo. ¡Incluso los insectos de hoy han cambiado! no se puede confiar en un mosquito como se confiaba antes. Yo piso lo que sea, mato a cualquier insecto sin misericordia, se han esfumado las esperanzas de cualquier civilidad.

Parece como si nada de aquello hubiera existido, unos mueren, otros nacen, y sigue girando la rueda de la fortuna, con la insipidez que se agudiza a cada momento, la insipidez del mundo futuro, que se acerca nebulosamente sin ninguna esperanza. Ya no somos nada, hemos sido absorbidos por el mundo, para padecer las estúpidas enfermedades de los adultos, "¡somos marionetas cuyos hilos son movidos por fuerzas desconocidas; eso es lo que somos: nada, nada por nosotros mismos!(Büchner).

Recuerdo cuando me quedaba mirando en el espejo durante horas, pensando si yo era real, o si detrás del espejo estaba la verdadera vida; tenía miedo de volverme loco, de terminar en el manicomio, hoy es mi deseo más ferviente. Esos tempranos titubeos se materializaron años después en mi adolescencia perdida y me vejez prematura.

Aún recuerdo la primera vez que escuché "Creep" de Radiohead, el escalofrío que me produjo, y el celo con el que guardaba el cassette. Esa canción fue el preámbulo a la decadencia, y cuando escuché el Pablo Honey completo entendí todo. Era la verdadera música de los 90's, y "Creep" sólo el preludio a la "Sinfonía de la Destrucción" (Megadeth). Todo tenía sentido a partir de entonces. La música se encargó de armar el rompecabezas que emergió del caos. Un rompecabezas de cartón que es lanzado a la suerte de la tormenta.
 

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