sábado, 19 de diciembre de 2015

De senos y cosenos musicales

El día de ayer me levanté con senos. Sí estimado lector. Este ser misógino y machista que escribe para usted, al levantarse de la cama notó que algún relieve sobresalía sobre la colcha a la altura de su pecho. Como es natural, no sabía si era un sueño o me había vuelto loco. Pero los senos estaban ahí, turgentes y adolescentes, orgullosos y patriotas. No sabía para qué servían, pero los minutos se encargaron de darme la primera respuesta.
 Al salir a la calle después de la ducha y un parco alimento recibí un "buenos días" de un viejo que se quitó el sombrero. Algo raro estaba pasando. Después, noté la envidia en los ojos de una niña que aún no conocía lo que era tener senos de verdad. Mi camisa vaquera parecía darle cierto toque atractivo, y yo no paraba de manosearme a cada oportunidad que se me presentaba. Al ir por la calle, noté esa extraña amabilidad de las personas, que nunca me miraban a los ojos, que prestaban demasiada atención a mis movimientos. Una hora después ya estaba en una tienda de ropa interior femenina. ¿Qué carajos hacía allí? ¿Mi mente ya se había hecho a la idea de vivir en esta condición natural? No lo sé, pero una señora entrada en años ya me ayudaba con la medida y el modelo adecuado. Parecía no notar mi pequeño vello en el mentón, y su dije de la Virgen de Guadalupe me provocó cierto temor a que me delatara con la policía divina. Después como es natural, salí a buscar discos. No sin antes sentir una mano arrugada en mi seno derecho, que apretó la protuberancia como a una guayaba y después fue el deleite de una nariz roma y sucia. Estaba yo viendo los discos, pero mi mente estaba puesta en los senos. Pensaba en el Popocatépetl, en mi maestra de la secundaria, y en los fresnos que eran testigos de juegos adolescentes. Pensaba en los discursos de Hitler y las adelitas de la Revolución Mexicana
Recobré la serenidad en una plaza comercial y noté que había comprado un disco de Klaus Nomi. Volteé a mi derecha y estaba él ahí, en un espejo enorme. Sí, Klaus Nomi me miraba y me imitaba, después noté que era yo, y comencé a cantar Valentine's Day con tanta fuerza que la música apareció sola, no sé si alguien tocaba o si las musas lo hacían. La gente lloraba y los niños se abrazaban.  Mis senos me hacían sentir como un ruiseñor. Las cuerdas y los sonidos se amalgamaban perfectamente con cada nota que yo alcanzaba. Sentía que la luna se había posado en mis ojos a través de la claraboya hacia donde estaba mirando.
Después de cantar salí corriendo a tomar un taxi, no sabía quién era ni qué era yo. Eso fue lo último que recuerdo. Cuando desperté me dolía la garganta, pero sentí un alivio enorme cuando noté que ya no tenía senos. A partir de ahí entiendo menos el feminismo y las doctrinas políticas que buscan la "liberación de la mujer" y aprecio más el canto que la consigna.

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