Al salir a la calle después
de la ducha y un parco alimento recibí un "buenos días" de un viejo
que se quitó el sombrero. Algo raro estaba pasando. Después, noté la envidia en
los ojos de una niña que aún no conocía lo que era tener senos de verdad. Mi
camisa vaquera parecía darle cierto toque atractivo, y yo no paraba de
manosearme a cada oportunidad que se me presentaba. Al ir por la calle, noté
esa extraña amabilidad de las personas, que nunca me miraban a los ojos, que
prestaban demasiada atención a mis movimientos. Una hora después ya estaba en
una tienda de ropa interior femenina. ¿Qué carajos hacía allí? ¿Mi mente ya se
había hecho a la idea de vivir en esta condición natural? No lo sé, pero una
señora entrada en años ya me ayudaba con la medida y el modelo adecuado. Parecía
no notar mi pequeño vello en el mentón, y su dije de la Virgen de Guadalupe me
provocó cierto temor a que me delatara con la policía divina. Después como es
natural, salí a buscar discos. No sin antes sentir una mano arrugada en mi seno
derecho, que apretó la protuberancia como a una guayaba y después fue el deleite
de una nariz roma y sucia. Estaba yo viendo los discos, pero mi mente estaba
puesta en los senos. Pensaba en el Popocatépetl, en mi maestra de la
secundaria, y en los fresnos que eran testigos de juegos adolescentes. Pensaba
en los discursos de Hitler y las adelitas de la Revolución Mexicana
Recobré la serenidad en una plaza comercial y noté que había
comprado un disco de Klaus Nomi. Volteé a mi derecha y estaba él ahí, en un
espejo enorme. Sí, Klaus Nomi me miraba y me imitaba, después noté que era yo, y
comencé a cantar Valentine's Day con
tanta fuerza que la música apareció sola, no sé si alguien tocaba o si las
musas lo hacían. La gente lloraba y los niños se abrazaban. Mis senos me hacían sentir como un ruiseñor.
Las cuerdas y los sonidos se amalgamaban perfectamente con cada nota que yo
alcanzaba. Sentía que la luna se había posado en mis ojos a través de la
claraboya hacia donde estaba mirando.
Después de cantar salí corriendo a tomar un taxi, no sabía quién
era ni qué era yo. Eso fue lo último que recuerdo. Cuando desperté me dolía la
garganta, pero sentí un alivio enorme cuando noté que ya no tenía senos. A
partir de ahí entiendo menos el feminismo y las doctrinas políticas que buscan
la "liberación de la mujer" y aprecio más el canto que la consigna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario