Johhny Mud caminaba sobre la
banqueta directo a la preparatoria. La high school. Sólo le importaba alimentar
su manía, conseguir basura de los demás, iba pasando por ahí mirando hacia el
piso. Desde un tiempo reciente comprendió que la basura decía más de las
personas que sus mismas actitudes o semblantes. Su orgullo era su colección.
Cuando le preguntaban ¿qué coleccionas? él decía: basura, y la gente daba media
vuelta siguiendo su camino, sin lograr comprender qué demonios hacía un sinvergüenza
coleccionando basura. Al llegar a la escuela vio que la chica que más le
gustaba tiró una envoltura de chocolate. Al llegar a su casa la envolvió en
papel celofán. Pensó "tal vez algún día, cuando la humanidad se vaya al
carajo algún arqueólogo o alguien estudioso encuentre este tesoro, la basura de
un ángel".
En su colección contaba con el
palillo de dientes de un eminente
médico, que le recetó algo para su enfermedad oftálmica, que le hacía ver nubes
o colores distorsionados en luz roja. Tenía un chicle del señor presidente,
quien en un acto de modestia le otorgó el valioso "objeto" al
coleccionista. Una pantaleta de su vecina, que tuvo que robarla debido a los
prejuicios existentes. Una lata de cerveza del teporocho de la cuadra. Un ojo
de gato en formol, que sacó del sepulcro de una mascota de su mejor amigo. A
pesar de la infinitud de objetos que coleccionaba, había algo que atesoraba como
su mayor trofeo: un pedazo de papel higiénico usado por el Papa. Nunca sabremos
cómo consiguió aquél objeto, pero lo tiene ahora enmarcado cual cuadro de Leonardo da
Vinci.
Pensaba "yo tengo la
evidencia patente de las tribulaciones místicas y sagradas del señor más santo
del mundo en un acto sagrado". Y efectivamente lo era. Qué persona no es
susceptible de grandes y bajos pensamientos cuando hace sus necesidades
primarias. La razón se nubla y las cosas más excecrantes toman su lugar. Ahí
estaba la imagen viva del milagro.
Si las personas tiran basura no
lo hacen más que por dejar un legado. No es maldad, es la necesidad de
inmortalidad. Cuando un niño arroja el papel al piso, lo único que hace es perpetuar
el ideal de la humanidad: el estar aquí hasta el fin de los tiempos.
De pronto Johnny Mud pensó ¿cuál
es mi legado? pensó en sus memorias y se sonrojó, tal vez por su débil orgullo
o por sus ligeros aires de grandeza. "No hombre, mi pedazo de basura tiene que
ser algo digno de recuerdo, un libro de memorias es demasiado soberbio", y
pensó en Marcel Duchamp, en las vacas sagradas, y luego pensó en la bandera
nacional, ese trapo que dice tanto de una sociedad. En las cucarachas de la ciudad ¿no son igual
de ciudadanos que los seres humanos? no merecen la misma consideración que los
perros afeminados por los humanos?
Entonces bebió dos botellas de
whisky barato, no dejó una sola gota. Y todo le fue revelado, las nubes
formaban un relieve de pintura del siglo XIX, sí, como los paisajistas
ingleses, Turner, Constable y todos esos genios, sí ,como una tempestad con
nubes de Grimshaw. La locura se apoderó de él sin aviso. Se elevó la
temperatura y el tacto era el viento de otoño fluyendo hasta las venas. Johnny
Mud era el genio más grande de la historia, tomó un machete y voló un dedo de
su mano izquierda, el dedo que menos usaba para tocar la guitarra. El grito fue
apagado por las bocinas que gritaban a los Rolling Stones. El dedo ahora yace
en una repisa, solitario, dentro de un frasco con la sustancia adecuada para su
conservación con la leyenda "aquí yace el dedo de Johnny Mud, el héroe más
grande de la historia que no escribió memorias, pero deja este dedo como legado
y manuscrito de la sociedad moderna, el palimpsesto perfecto de la decadencia
humana" Después de volarse el dedo, con muchas dificultades por supuesto
puso en la tornamesa el "Raw Power" de los Stooges. No podía ser más
atinada la elección.
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