viernes, 30 de octubre de 2015

La basura



Johhny Mud caminaba sobre la banqueta directo a la preparatoria. La high school. Sólo le importaba alimentar su manía, conseguir basura de los demás, iba pasando por ahí mirando hacia el piso. Desde un tiempo reciente comprendió que la basura decía más de las personas que sus mismas actitudes o semblantes. Su orgullo era su colección. Cuando le preguntaban ¿qué coleccionas? él decía: basura, y la gente daba media vuelta siguiendo su camino, sin lograr comprender qué demonios hacía un sinvergüenza coleccionando basura. Al llegar a la escuela vio que la chica que más le gustaba tiró una envoltura de chocolate. Al llegar a su casa la envolvió en papel celofán. Pensó "tal vez algún día, cuando la humanidad se vaya al carajo algún arqueólogo o alguien estudioso encuentre este tesoro, la basura de un ángel".

En su colección contaba con el palillo de dientes  de un eminente médico, que le recetó algo para su enfermedad oftálmica, que le hacía ver nubes o colores distorsionados en luz roja. Tenía un chicle del señor presidente, quien en un acto de modestia le otorgó el valioso "objeto" al coleccionista. Una pantaleta de su vecina, que tuvo que robarla debido a los prejuicios existentes. Una lata de cerveza del teporocho de la cuadra. Un ojo de gato en formol, que sacó del sepulcro de una mascota de su mejor amigo. A pesar de la infinitud de objetos que coleccionaba, había algo que atesoraba como su mayor trofeo: un pedazo de papel higiénico usado por el Papa. Nunca sabremos cómo consiguió aquél objeto, pero lo tiene ahora enmarcado cual cuadro de Leonardo da Vinci.

Pensaba "yo tengo la evidencia patente de las tribulaciones místicas y sagradas del señor más santo del mundo en un acto sagrado". Y efectivamente lo era. Qué persona no es susceptible de grandes y bajos pensamientos cuando hace sus necesidades primarias. La razón se nubla y las cosas más excecrantes toman su lugar. Ahí estaba la imagen viva del milagro.

Si las personas tiran basura no lo hacen más que por dejar un legado. No es maldad, es la necesidad de inmortalidad. Cuando un niño arroja el papel al piso, lo único que hace es perpetuar el ideal de la humanidad: el estar aquí hasta el fin de los tiempos.

De pronto Johnny Mud pensó ¿cuál es mi legado? pensó en sus memorias y se sonrojó, tal vez por su débil orgullo o por sus ligeros aires de grandeza.  "No hombre, mi pedazo de basura tiene que ser algo digno de recuerdo, un libro de memorias es demasiado soberbio", y pensó en Marcel Duchamp, en las vacas sagradas, y luego pensó en la bandera nacional, ese trapo que dice tanto de una sociedad.  En las cucarachas de la ciudad ¿no son igual de ciudadanos que los seres humanos? no merecen la misma consideración que los perros afeminados por los humanos?


Entonces bebió dos botellas de whisky barato, no dejó una sola gota. Y todo le fue revelado, las nubes formaban un relieve de pintura del siglo XIX, sí, como los paisajistas ingleses, Turner, Constable y todos esos genios, sí ,como una tempestad con nubes de Grimshaw. La locura se apoderó de él sin aviso. Se elevó la temperatura y el tacto era el viento de otoño fluyendo hasta las venas. Johnny Mud era el genio más grande de la historia, tomó un machete y voló un dedo de su mano izquierda, el dedo que menos usaba para tocar la guitarra. El grito fue apagado por las bocinas que gritaban a los Rolling Stones. El dedo ahora yace en una repisa, solitario, dentro de un frasco con la sustancia adecuada para su conservación con la leyenda "aquí yace el dedo de Johnny Mud, el héroe más grande de la historia que no escribió memorias, pero deja este dedo como legado y manuscrito de la sociedad moderna, el palimpsesto perfecto de la decadencia humana" Después de volarse el dedo, con muchas dificultades por supuesto puso en la tornamesa el "Raw Power" de los Stooges. No podía ser más atinada la elección.



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