viernes, 9 de octubre de 2015

Mi paso fue efímero, intenso e ilustrativo.


Mi primer pasó crujía sobre  huesos roídos por ratones. El edificio negro con sus caracteres antiguos (arabescos), era parte de una serie de ruinas antiquísimas violadas y saqueadas por enloquecidos seres infrahumanos ¿o súper humanos? Los gritos  eran de dolor, de angustia pero también de placer y de  naturaleza animal. Similar al gemido de un mamut cuando aplasta a felino moribundo, a una parvada de pterosaurios, un remolino de perros volando en el aire a más de 600 metros.  A pesar de la obscuridad, se distinguía claramente la realidad en vahos amarillentos. Vi ríos y riachuelos escoltados por vegetación raída, exageradamente viva, la plantas también eran asesinas. Sobre los ríos, las cabezas de infantes eran el sustituto del guijarro, estaba enterrados como zanahorias. Unos chillaban, mientras algún reptil de dos patas devoraba sus ojos como si fueran huevos. Giré unos metros a mi derecha. Entré en una bóveda, donde miles de seres torturaban a otros. Incluso, el Diablo era víctima también, pues el mal no conoce límites; éste reclamaba su antigua autoridad, mientras una nube de moscas devoraba lo que quedaba de su vientre. Un enano, tuerto, con orejas de soplillo, rebanaba lo que quedaba de su muslo en un aparato similar al que se usa para el jamón. Saetas, alabardas y espadas romanas, era la instrumentación favorita. Pero la tecnología también estaba presente. Una cámara semitransparente, mostraba, similar a un horno de microondas, a algún ser humano que en cuestión de segundos lo transformaba en una planta. Después de quedar reducido a mierda, se creaba vida nuevamente.  El milagro de la ciencia.

 Un conocido capo del narcotráfico, fue lanzado en llamas a una manada famélica de lobos; en dos segundos, vi volar su cabeza con ojos incrédulos, fue arrebatada de un mordisco por el lobo mayor, mientras su cuerpo seguía jadeando por librarse de las mandíbulas de los caninos, que no temían al fuego. Gritaba como loco, mientras sus dos ojos yacían en los colmillos del animal, la sangre, era fresca, tan fresca, que las bestias hematófagas, dudaban unos segundos antes de lanzarse sobre ella.

En otra cámara, el rumor a carnicería se filtró hasta mis pulmones, un hombre enloquecido, lanzaba su machete, con los ojos vendados mientras uno a uno pasaban a  la cámara. Antes de terminar una palabra, ya habían perdido un brazo, o una pierna, o media cabeza. Del cuello del verdugo, pendía un camafeo antiguo, con un rostro terrible y feroz. Los ojos eran de lumbre e hipnóticos.  Eran los ojos de los niños cuando quieren obrar mal sin saber el porqué. 

En el depósito central, llamado también palacio real, era el lugar donde se acumulaban las heces, los orines y demás viles excreciones. La porquería, era llevada ahí, por drones, que recogían constantemente el material para depositarlo ahí. El elegido, tenía el derecho a hacer con ese material lo que le pluguiese. El más preciado de todos. Las heces de los demás. El palacio real podía tener hasta 2 o 3 huéspedes a la semana, hasta que los ciudadanos del infierno consideraban que era tiempo de mandarlo a la hoguera previamente bañado en lava.

 
En mi calidad de periodista terrenal, no sufrí accidente alguno. Es necesario perder la vida para ser tocado por algún criminal de ahí abajo. Al igual que los fantasmas son inmunes ante nosotros. Algún mensajero del infierno leyó mi blog, y por alguna razón, consideró que yo era el indicado para dar fe de los que sucede en el inframundo. Por supuesto que el  fin es meramente periodístico, y las acciones y consecuencias de las mismas competen a cada uno y no a la "razón" o los principios éticos, yo no estoy aquí para sermonear ni predicar, cada quien va preparando su propia condena, e hila y prepara la soga que lo separará de tierra firme. Por cada manera de salvarse, hay diez mil maneras de suplicio. Esto demuestra que el mal es y siempre será más grande que el bien.

Antes de poner un pie en esa porquería, yo ya estaba preparado, porque me tragué el "Immortal Rites" de Morbid Angel.  Mi cerebro ya estaba preparado para el horror al paso de la locura.
 

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