La escena musical que se vivía a finales de los 70's en Nueva York fue tan fructífera como ambigua. Al CBGB's y al Max's Kansas City iban desde poetas, pintores, y por supuesto músicos gamberros ansiosos por la explosión del punk, en su versión utópica proveniente del Reino Unido, y por su versión gringa, con raíces musicales más arraigadas en grupos como Velvet Underground y MC5 (estos locos quemaron la bandera de EU, en un concierto a finales de los 60's, posteriormente el grupo desaparecería por su radicalización e incitación a disturbios, el testimonio se llama "Kick Out the Jams").
En Nueva York, se gestó una escena que quería volar los clichés culturales y musicales de la época. Cuenta la leyenda que un joven llamado Robert Quine, asistió a la mayoría de los conciertos que ofreció la mítica Velvet Underground, y en uno de esos los grabó en un rudimentario aparato. Fue tanto el asombro del joven Quine, que decidió dedicarse a lo mismo, así con Richard Hell formaron a The Voidoids. El joven Hell ya había probado suerte con Television, pero los abandonó y formó su propio grupo con Quine y con Marc Bell (posteriormente Marky Ramone).
Dicen que la energía que se respiraba en aquella Nueva York era tan enérgica como destructiva. Ahí estaba la llamada New Wave lidiando y conviviendo con la No Wave. Estaban Suicide, Television, los Ramones con sus rolas simplonas pero memorables, Johnny Thunders, Talking Heads, James Chance con su versión dinamitada del funk y muchos más que querían darle en la madre al rock and roll.
El primer álbum que grabaron Ricard Hell and The Voidoids, se llama "Blank Generation"(1977), y con tremendo título se ganaron el respeto de por vida. En esos escenarios se daba la pugna por el intelectualismo que fluía por esos bares, contra la corriente punk más radical. La efervescencia de ideas era continua y evitaba concentrase en algún dogma. Dicen que la faceta punk fue una estafa que se aprovechó por la desilusión juvenil de aquellos años, puede que sea así, lo que no podemos negar es el legado contracutural que implicó una revalorización del rock and roll como música que incita a la rebelión, por lo menos en el plano artístico y cultural.
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