sábado, 24 de septiembre de 2016

Humanos, según mis cálculos, ya están todos muertos. Pero la música es inmortal.

Año 3015. En algún lugar de la Tierra que aún no ha explotado en mil pedazos.

Fue en la materia de Orientación Sexual, cuando Carlitos Marx tomaba clase conmigo. Debo aclarar  que en el futuro, las materias tiene un nombre extraño, por ejemplo, a la clase de Aritmética se le llama Panadería y Repostería Básica, a la clase de Introducción a la Filosofía se le llama Educación Física, pero lo más extraño, es que a la clase de Carpintería le llaman Física Nuclear.

Carlitos gustaba de opinar aunque no le preguntaran, era extraño, como si un escozor recorriera su cuerpo. Fue un día, cuando el profesor comenzó a hablar sobre Economía, cuando Carlitos, como le decíamos de cariño, lanzó una serie de disparatares que causó la sardónica primero, y después risa loca de todos, incluido el profesor. Mi humilde y endeble amigo siempre quería adelantarse a todos, el profesor espetaba: cuando comprendas que vas a morir, hablamos.

El profesor habló de la locura aséptica, y aferrado Carlitos, decía que era materialmente posible en el mundo terrenal, sin embargo, insistimos en que la locura lleva a muchos caminos, entre ellos la muerte disfrazada de abnegación. Y el profesor, de apellido Hegel por cierto, citó a un escritor que le decían "El Bandido", y se dice que sólo vivió cuando murió: "Hablar de la fe significa asesinarla".

El profesor, con su serenidad de siempre, le contestó: te voy a dar un simple ejemplo de la falacia de tus argumentos. Traje una banda del futuro muy lejano. De hecho todo el futuro ya se terminó y sólo existe en los buenos libros" remató.

En la pizarra-espectacular de colores neón se escuchó "We are the Robots". La música parecía emerger de una máquina controlada por cuatro sujetos, humanoides, o androides, o dioses ¡Estaban tocando frente a nosotros en vivo! ¡Bendita tecnología, no sólo has matado a Dios, también lo has resucitado para matarlo millones de veces en un retweet.

Carlitos estaba estupefacto y comenzó a jadear, y luego a echar espuma de burbujas por la boca. No podía soportar ver esa absurda conjunción, máquina, futuro en bruto y música. Y esas burbujas que salieron de su boca eran las que convertían la primitiva luz en una serie de colores infinitos que adornaron el salón de clase que se convirtió en un concierto. Cuando explotaban podías ver la eclosión de flores extrañas. La naturaleza esconde sus secretos en la música, y los muestra a algunos cuantos afortunados.

Todos los demás comenzamos a bailar, alguien decía: ¡Oye tú baila conmigo! y las chicas bailaban con la risa proyectada en la pantalla, nosotros éramos la pantalla también, todo táctil, todo revolución y conclusión, colisión, metafísica aplicada a la pista de baile.

Esa mecánica básica, era como si los coches hablaran, como si la humanidad sólo fuese un resbalón, para el devenir de la perfección tecnológica. Ya no era la música algo material ni divino, sino extraterrestre. Y todo prendía y apagaba como un anuncio espectacular.

La muerte del ser humano es el nacimiento de la máquina-Dios. ¿Tendremos un Nietzsche robot? Tal vez las almejas contienen la última palabra, tal vez la tecnología sea un resbalón también, tal vez el Imperio de los Árboles debe esperar. Lo cierto es que la música es Universal. Ella escoge sus medios, como entelequias, como esclavos al servicio de la música universal. Tal vez Pitágoras lo vislumbró con su teoría de la Armonía de las Esferas. Pero eso ya lo veremos en otra clase. Del fututo claro está, porque en el año 2015 siguen en las cavernas.


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