Siempre que voy a una fiesta empiezo animado, con ganas de acabar con todo el alcohol que se anteponga en mi camino, y de pasarla bien, pero últimamente esas fiestas terminan por decepcionarme, y la cruda me arranca de un manotazo la efímera felicidad de estar ebrio. Pero no es por eso que me decepciono,sino por la música. Cuántas veces he ido a casas donde en un principio te dejan seleccionar buena música en la computadora, en un ambiente donde todos, o casi todos, participan poniendo rolas, pero qué pasa, que llega alguien con pretextos como: hay que poner música para bailar, o peor aún, pongan rolas que "nos gusten a todos", y ahí vale madre la diversión.
Cuando empiezan con el reggaetón, la música grupera, la salsa, poco a poco me voy sintiendo más extraño, y es cuando todo se empieza a poner de la patada. Es muy triste ir a fiestas donde siempre ponen esa música, como si el universo musical fuera tan estrecho que a huevo hay que poner "música para bailar", o cuando ya están todos "pedos", se les ocurre poner rolas tipo José José, y similares. Es aún más cómico y triste, cuando conoces a alguien que comparte más o menos tus gustos, pero cuando ponen algo de aquélla música aquél es de los primeros en cantarlas. Ese tipo de personas son los más hipócritas, los que dicen: a mí me gusta de todo, como si el hecho de escuchar "de todo" nos eximiera de la ignorancia musical, o nos hiciera más "sabios". Claro está, que para criticar algo hay que conocerlo, los prejuicios son igual de dañinos, por eso no es correcto hablar por hablar; yo lo digo porque conozco esa música (quién no la conoce), no me llega, no tiene sentido alguno para mi, es un guateque vulgar y ya.
Sé que soy un amargado más que nunca aprendió a bailar, de hecho estoy agradecido con la fortuna por no haber aprendido, me sentiría avergonzado si lo hubiera hecho cuando escribo de esta manera. Pero también creo que este celo que guardamos las personas por la música que compartimos, es lo que la mantiene con ese halo pulcro, que a pesar de tiempos y modas sigue cautivando a los que no se conforman con lo que todos escuchan.
Uno de esos discos que se mantienen en la categoría de la inmortalidad es "Electric Mud" (1968) del mítico, legendario Muddy Waters, quien es una institución en lo que se llama blues, en su vertiente del sonido Chicago. Este disco es especial, porque Waters se metió con la onda psicodélica y tocó una rola de los Rolling Stones, pero a su estilo, entre otros covers más. No hay que decir mucho acerca de este cabrón, es un genio. A disfrutar señores.
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