lunes, 7 de agosto de 2017

La lata del futuro


Una disculpa por mi prolongada ausencia. Estuve fuera del plano corriente, trabajando en un proyecto para el desarrollo de un producto que, a pesar de su propuesta revolucionaria en el mercado del rubro alimentario-entretenimiento, no vio a luz por los resultados nefastos de los experimentos finales.

Por medio del trabajo multidisciplinario, yo y mis compañeros trabajamos en desarrollar un producto que satisficiera no sólo el estómago del cliente, sino su calidad fisiológica y senso-motora, de manera que la experiencia al consumir el producto derivara en una nueva forma de consumo más integral, de tal forma que se experimentara, a intervalos variables, de acuerdo a la constitución somática personal, y experiencias propias lo que sintieron los acompañantes de Timothy Leary en sus más famosos viajes psicodélicos.

Como mencioné anteriormente, fue un trabajo multidisciplinario, y cada línea o equipo de investigación se especializó en su área, lo que conjuntamente dio como resultado, lo que los expertos en mercadotecnia nombraron como CAN.

CAN era una lata como cualquier otra, y se abría con un abrelatas corriente, ya que fue sugerencia de los expertos en psicología, neurociencias, psiquiatría, etc., pues coincidieron que era indispensable para activar las zonas primitivas del cerebro, de manera tal, que el consumidor experimentara una "sensación total". Esto en segundo lugar, ya que la primera experiencia era visual, porque la lata no tenía forma, ni dimensión concreta, mucho menos color definido, ya que la lata, a lo lejos, sólo era un vehículo que expresaba los deseos o temores más inmediatos; de tal suerte que había personas que confundían la lata con un rascacielos, o una escalera infinita, con movimiento interno, como una escalera eléctrica al cielo, o al infierno, según la persona. Otros sólo lograban verlas cuando alguien les comunicaba su presencia, de manera que su ceguera se convertía en una borrosa visión, de la que sacaban conclusiones extrañas. Es de señalar que, de este grupos de personas primero ciegas, eran generalmente instruidas, gente con muchos títulos universitarios y académicos.
Según los sociólogos, el grueso de la población que se sometió a la prueba sólo veía una lata común y corriente de Sopa Campbell, como las de Andy Warhol. Al parecer estas personas eran grandes consumidores, y  estaban a la última moda de los smartphones. Por otra parte, la experiencia táctil también era distinta, y hubo persona que decían quemarse al tocar la lata, mientras otros decían que les era imposible asir una, porque la lata se escurría como renacuajo en las manos.

Cabe destacar que el número de personas que participaron como voluntarios en el experimento fue notable y significativo, e incluyó gente de todos los estratos sociales, edades, así como de culturas distintas. Razón ésta de medir el impacto de la experiencia en poblaciones con experiencias y modos de vida totalmente distintos.

De todas estas complicaciones, surgió la idea de crear unos "lentes" de modulación de la experiencia, logrando con éstos una "Interpretación estándar" con forma y sentido del producto. Sin embargo, surgen siempre variables imprevistas, propiciando que el objetivo original del experimento termine por desviarse y salirse de control.

En mi célula de investigación, comandada por la Dra Alma Villalobos, y en trabajo conjunto con el escritor Tsutsui, nos dimos a la tarea de diseñar el concepto del producto en fase intermedia, un concepto prediseñado que constituía la materia prima sobre la que se explayaría el consumidor, de acuerdo a sus propias experiencias personales.

La Dra Villalobos fue enfática en canalizar las emociones al nivel microrelato, con formas táctiles, olfativas, visuales y auditivas, de tal manera que el consumidor creaba su propia historia a partir de un microrelato prediseñado, elegido al azar de un suculento plato de historias legendarias, que incluía fragmentos amalgamados de obras de Dostoyevski, Walser, Kafka, Meyrink, y muchísimos autores consagrados. Todos ellos seleccionados minuciosamente por la doctora Villalobos.

El escritor por su parte, agregó que sería indispensable una dosis suministrada vía olfativa de la planta del Olvido que encontró en el Planeta Porno. Planta que en su estado natural hace olvidar todo al que la roce levemente.

Mi tarea consistió en seleccionar la música que sería el trasfondo al momento que la lata se abría, y al momento del desarrollo del microrelato. Al ver que los expertos en mercadotécnica ya habían puesto nombre a la lata pensé que  la discografía completa de CAN sería el soundtrack prefecto que se amoldaría a cualquier circunstancia dentro de la sensación experimentada.

Lo resultados fueron nefastos, y a pesar de la nobleza de nuestras intenciones los resultados mostraron que no todos están preparados para tales experiencias, y como muestra de ello, fuimos testigos de la muerte súbita de dos personas con sólo abrir la lata, mientras que otros terminaron en el manicomio, con trastornos similares a los que quieren iniciarse en las artes mágicas antiguas y sólo consiguen vislumbrar el fuego eterno, que todo lo consume, por más que se huya de él.


Espero que el proyecto se materialice para bien, y todas las personas tengan acceso a su lata de CAN. Por el momento el proyecto está en la congeladora, mientras se resuelven los asuntos legales por las muertes y los trastornos adquiridos de algunos participantes. Por ahora, mis colegas y yo preferimos no hablar más del tema,  pero se planea desarrollar una máquina generadora de íncubos y súcubos que puedan viajar a través del tiempo, así como el desarrollo de teléfono-personas, que sean capaces de proyectarse en la realidad finita y trabajar en lugar del propietario. Estamos muy entusiasmados. Estaremos informando en cuanto las circunstancias lo permitan.


No hay comentarios:

Publicar un comentario