lunes, 23 de febrero de 2015

Gato con botas remake


No tiene nombre, o no lo recuerda. Lo conocen como gato con botas, o botas con sombrero y gato. Es archiconocido por ejercer su oficio como nadie, posee una maestría para limpiar los zapatos que hasta los perros pedigree le arrojan monedas en la cara (los de alto nivel no pagan nada por ley). Un verdadero honor, si se compara con los de su especie que son devorados en plena calle cuando meten la pata. Su ilustre sombrero lo utiliza para dar las gracias a todos los que osan pasar a su lado sin empujarle. Su capa, siempre límpida y lustrada, sirve también como mantel para ratones, cuando decide mostrar su generosidad y compartir un banquete en las calles menos afortunadas. Sabe que Dios le tiene en su santa gloria. Antes, en los mejores tiempos, usaba jubón, un regalo de su madre que vislumbró el talento de su hijo antes del parto. Esta prenda era exclusiva de los boleros. Ahora hasta los sinvergüenzas plomeros la usan. Por eso decidió mostrar su pecho al mundo, orgulloso y servil, y guardar aquella prenda para mejores tiempos.

 

Botas con gato, porta un alfanje chino, de madera, pero igual de efectivo cuando libra una batalla a muerte con las pulgas que osan adueñarse de su lomo. El arma, tiene una ilustre  oración grabada en la empuñadura, reza así: "Para uso exclusivo de la mayordomía de la orden gatuna" y apenas legible, en la parte de atrás: "Que page con su cabeza quien no ofrezca sus servicios como debe".

 

Botas con gato, siempre va orgulloso a donde le llaman a trabajar, con lo que gana, se ha dado incluso el lujo de ahorrar para una lápida. En uno de esos soberbios sueños, imaginó ser enterrado en el mejor panteón (Héroes del trapeador) para gatos, lugar en el que con una generosa suma aceptan a integrantes de gremios distintos. Una locura por supuesto, que le provocó fiebre al despertar. Sin embargo, él sabe que puede lograrlo, y tal vez sea enterrado con honor, por lo menos en el paquete más económico del panteón. De cualquier manera un honor. Será parte de la sección azul, donde entierran de a tres gatos por lugar. Y por ahí rezará: Aquí yace Gato con botas, o botas con gato, o como mejor le acomodé al grabador. Un maestro en su oficio también. Ah se me olvidaba, también se leerá por ahí: un excelente mayordomo que cumplió su deber con orgullo, paciencia y sobre todo con honor. A su lado yacerá lo único bueno que compró en toda su vida, un cajón para lustrar zapatos color rojo escarlata. Su color favorito. Toda su vida sonó con el álbum: Rock action de Mogwai.
 

lunes, 2 de febrero de 2015

Dios nos odia... pero las mocas son nuestras amigas


"3 de enero del 2015"

 

Me levanto de mi cama y siento fiebre, me duele la cabeza, y huele a hollín. Similar al apagón de un televisor de señal analógica cuando se va la luz, mis ojos se cierran automáticamente. Antes de cerrarse mi visión por completo, en fracciones de segundo, vislumbro el color rojo , después el amarillo y después el verde, todo eran absolutos, si es que cabe mencionarlo así.

Lo que me despertó fue una leve brisa de pelos rugosos y necios; cuando me incorporé por completo, mis manos se deslizaban sobre una superficie parda, casi amarilla, y de consistencia viscosa, como si hubiera vómito en una alfombra, pero fina. Sí amigos, estaba volando sobe un díptero gigante, una mosca gigantesca como en la película La historia sin fin pero sobre !una mosca! Un eunuco-mosca que apareció a mi derecha dijo: Veritas aedes.

No era un sueño, porque pude palpar que salía sangre de mis oídos. y la sangre nunca miente. El eunuco-mosca puso su pata con tres protuberancias sobre mi frente y me mostró una especie de book fotográfico, donde se narraba mi viaje desde mis cuarto, hasta ese lugar donde me encontraba ahora. Seguíamos volando. Mi paso a ese mundo desconocido fue a través de la coladera de mi baño, y estos seres utilizaron un rayo luminoso como el láser, salió de una mosca-vidente que portaba unos lentes a la Claudio Yarto, la luz verde me transformó en un ser diminuto, hasta que caí desmayado ante mi primera impresión como ser insignificante en mi propio baño.

No sé cuanto duró el viaje sobre la mosca gigante, pero parecía que volábamos sobre una sopa de fideo con zanahoria, mientras la mosca vomitaba o escupía bolsas de ese líquido viscoso.

Cuando vi el fanal (o ¿luciérnaga?), supe que aterrizaríamos por ahí. La mosca-eunuco que vestía un chalequito verde olivo me tomó del brazo y bajamos hacia una coladera enorme, o por lo menos, eso me pareció a mí.

Mientras bajábamos la escalera circular en completa obscuridad, se escuchaba un ruidoso pero molesto ¡zzz, zzz, zzz! mis oídos seguían sangrando. Al vislumbrar la luz, sentí un  chapuzón de materia verde viscosa, la mosca-eunuco parecía reírse, pero no me soltaba, me guiaba sigilosamente hacia una multitud  de moscas rabiosas. Había carnívoras, degustando su manjar, había algunas copulando entre ellas, con una desesperación que las alas se desprendían y quedaban volando por ahí. Había otras que se sacaban los ojos plateados y los aventaban hacia algún lugar. Ese lugar era un escenario, y me quedé petrificado cuando vi que ahí tocaba un grupo con un hombre-mosca como frontman. Yo supe casi inmediatamente que era el fenecido Lux Interior, y el grupo eran The Cramps, Lux era una mosca pero con cabeza humana y gritaba y cantaba: I'm a human fly...

El remolino de moscas, de tamaño similar al mío, parecían hipnotizadas. Cada guitarrazo de los Cramps se transformaba en movimientos bruscos de las moscas. Cuando volteé a mi lado para ver a la mosca-eunuco, vi que estaba solo, vi que ya no me sentía pesado, vi que podía volar, y que el olor a cloaca ya no me desagradaba, vi que era una mosca también, o por lo menos un hombre mosca. Disfruté el concierto.

El légamo cubría mis patas peludas, los toneles no contenían cerveza, sino una deliciosa bebida de consistencia parecida al pulque, color amarillo crema, con ninfas de mosquito nadando en el tonel. El efecto no tardó en llegar, mis ojos flotaban como en una nube de algodón. Vi que el único ser humano presente era Poison Ivy, que movía las caderas al ritmo de la seca batería. Su melena era como en cualquier película de los años 50's. Tocaba la guitarra como sólo una diosa sabe.

Al final del nauseabundo concierto, la melopea llegó. Sentía que flotaba sobre coca-cola. Cuando volví a abrir mis ojos, ya estaba en mi cuarto y en mi laptop sonaba "God damn rock and roll" de los Cramps. Sentí cómo salía una mosca de mi oído izquierdo.

Sólo escapó por la ventana y se perdió entre los luminosos rayos de luz. Eran las 12:15 pm.