lunes, 11 de marzo de 2013

Sigo vivo amigos

Después de una larga ausencia, aquí regreso para seguir taladrando y deleitando sus oídos. Estimados lectores, el ser ¿humano? que escribe esto hace tiempo que emprendió el viaje hacia la Luna.
 
A través de contactos ultra-secretos, que por razones obvias no puedo revelar sus identidades, fui testigo de varios espectáculos grotescos, grandilocuentes y aterradores. Durante mi viaje al satélite inspirador de poetas y suicidios amorosos, sufrí una serie de alteraciones fisiológicas que estuve a un paso de la muerte súbita en medio de materia interestelar, cósmica o lo que hubiera fuera de la nave espacial al llegar al mentado destino. Posiblemente mi estilo de vida de autoflagelación y excesos de todo tipo, fue determinante para que mi equilibrio somático fuera tan fuerte como un alfiler entre imanes. Sin embargo la suerte estuvo de mi lado, y aquí estoy para contarles algunas de las cosas más bizarras que presencié durante mi estadía en aquél ya cercano lugar, la Luna.
 
Al poner mi humanidad por primera vez sobre territorio lunar, un ligero y momentáneo calambre me sacudió hasta el último cabello. En una ojeada nerviosa pude notar al fondo una especie de caverna que proyectaba luces neón, de la cual salían sonidos extraños, crepusculares y delirantes. Yo, con mi traje espacial tipo Yuri Gagarin (pues debido al gusto kitsch de mis compañeros, no se me facilitó conseguir uno a la moda) me dispuse a ver de cerca el relieve. Y ¡oh sorpresa! era nada más y nada menos que Attilio Mineo dirigiendo una orquesta compuesta en su mayoría por seres parecidos a focas, pero con el desarrollo de extremidades más parecidas a las de un simio, con una de ellas puesta al piso esclavizada por un grillete. Los fantásticos seres de tres ojos fluorescentes parecían no darse cuenta de mi presencia, pero mi asombro no fue tanto, como al ver a Attilio Mineo con la mitad inferior de su cuerpo convertido en pescado, o algo parecido a un ser acuático.
 
Ahí, mis compañeros y yo (cuatro en total contándome a mí) fuimos testigos de un concierto magistral, que nos hizo olvidar por momentos nuestra pertenencia a la Tierra. Al terminar el festín musical, comimos nuestras latas de comida espacial, y nos dirigimos más tarde a platicar con el director de la orquesta. Llegando a la morada de Mineo, una especie de burbuja plateada que cambiaba a colores chillantes cada 10 segundos, nos recibió una ¿cosa? parlante, que más bien parecía una gran masa de cabellos multicolores. Con ademanes extraños nos guió hacia una sala exuberante, radiante  por la cantidad de objetos inexplicables, donde yacía Attilio Mineo en una especie de pecera gigante, nadando con la destreza de un salmón. Pero lo más gracioso fue verlo nadando con su frac, el mismo que usó cuando presenciamos el concierto. Después de encargarle  a su criado que lo sacara de ahí, con ayuda de una toalla ¿automática? se secó de inmediato y hasta pareció recobrar el peinado con ella.
 
Inmediatamente llegó su extraño criado con las bebidas de cortesía, que si no mal recuerdo, eran una mezcla de la dureza del whisky con la alegría del tequila, sin embargo el sabor era exquisito. Debido a mi debilidad por el alcohol, caí borracho en tierras lunares antes de tiempo, pero recuerdo algunas palabras del gran músico, sobre todo cuando balbuceó como foca parlante: Man or Astro-man?
 
Después del penoso acontecimiento, nos dispusimos a explorar el territorio, sobre todo por el interés geológico y astronómico de uno de mis compañeros, y la morbosidad extraterrestre de otro. Fuimos testigos de centenar de formas extrañas, con morfologías delirantes y colores chirriantes. Otro día presenciamos una fiesta a go-go, donde los extraños seres antropomórficos con trompa de elefante, levantaban y sacudían su prolongación muscular al ritmo del rock and roll cincuentero, bajo una especie de nebulosidad violeta.
 
La confusión mental de que la fui víctima me impide recordar claramente todos los sucesos, mi estancia de 5 días en la Luna, fue determinante para mantenerme inhabilitado por casi un año, al grado de que varios manicomios me abrieron sus puertas. Para que se den cuenta más claramente de estos sucesos, quiero compartir con ustedes un álbum que grabó el músico estadounidense durante su vida en la tierra. Créanme que es un viaje psicotrópico, escúchenlo con cautela y bajo al supervisión de un compañero de confianza.
 
 
 
 

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