Hace un par de días leí un artículo sobre la llamada revolución de las redes sociales, de Malcolm Gladwell, un sociólogo norteamericano. En tal texto aborda la falacia que implican redes como Twitter y Facebook para logar cambios profundos en la sociedad, cuando se trata de resistencia civil, o desobediencia civil. El punto medular de su argumentación, radica en el compromiso adquirido de las personas para participar en una protesta dada, pues dice que entre menos sea el riesgo de sufrir un agravio a su integridad física o moral, mayor será la participación de la persona. Esto lo comento, por la apología que comúnmente escuchamos en los principales medios de comunicación, arguyendo que gracias a estas redes sociales, el poder ciudadano se ha multiplicado. Pero lo que vemos más bien es una especie de saco donde cabe de todo, es decir, la diferencia y la oposición se quedan en el muro de Facebook, totalmente bañados en cloro sin ninguna posibilidad de realización, o lo que es lo mismo, el statu quo sale victorioso sin oposición.
Mis días en la UAM Azcapotzalco, cuando cursaba la carrera de Sociología, me enseñaron que la hipocresía es el elemento más abundante en las aulas y fuera de ellas. Cada quien quería un pedazo del hueso. Ya sea una beca o una ayudadita del profesor para conectarse laboralmente, mientras lo más importante, el estudio, quedaba en segundo plano. Las personas más inteligentes que conocí se quedaron en el olvido, mientras que los más fanfarrones y por lo tanto menos inteligentes, son los que triunfaron en ese ámbito “académico”. Estas personas “victoriosas” eran los “grillos” –que por lo regular lo fueron también mientras estudiaban el bachillerato-que no entraban a clase, o cuando entraban, no tenían la menor idea de los temas discutidos, pero eran hábiles para embaucar a jóvenes indecisos, sin criterio propio, para sus propios fines, y así por medio de Facebook o Twitter alentaban a la “lucha estudiantil”.
Así, como lo ha mencionado el señor Gladwell, tales redes sociales, más que incitar a un verdadero cambio como lo fue en los 60’s o 70’s, son versiones edulcoradas, que han servido para que unos charlatanes saquen provecho de temas que antes no tendría sentido mencionar.
En la música, lo que tenemos son etiquetas que ya no significan nada, pero que sirven para apaciguar las ansias de “ser algo” de muchos jóvenes, etiquetas que se llevan muy bien con el carácter de tales redes sociales, que promueven una identidad sin sentido alguno, y por lo tanto sin futuro.
Aún así, hay quienes guardan respeto por lo que sucedió en los viejos tiempos del rock, cuando la música se hacía con honestidad. Y cuando hablo de honestidad me refiero a personajes tan importantes como Van Morrison, quien ya había dado muestras de su talento cuando compuso el legendario tema “Gloria” cuando andaba con los Them, que más tarde harían famosos The Doors. Van Morrison nunca ha sido alguien que acapare reflectores, pero la lista de músicos que lo respetan incluye a gente de calibre pesado.
El disco que les traigo es su tercer disco en su carrera como solista, un disco íntimo, que abreva tanto del jazz, como del R&B, volcando piezas pop trabajadas, hermosas, que no decepcionan nunca. “Moondance”(1970), es un disco que salió cuando bandas como Led Zeppelin, Grand Funk y Black Sabbath estaban en pleno auge, por lo que este disco pasó prácticamente desapercibido.
No se diga más, escuchemos este hermoso disco, que hará felices a los amates del jazz suavecito y con sabor a café, pero también a los que gustan de las melodías poperas bien trabajadas.

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