lunes, 8 de agosto de 2022

Pajeros del Metaverso

Es como si no fuera yo, y a su vez, como si

No pudiera ser otro YO

Una bala en el silencio del desierto, una gota de agua

(desfalleciendo)

Un descanso eterno que se prolonga en el

Ojo del muerto héroe con jubón y coleto.


Algún día, reflexionando sobre la naturaleza de mi carácter, llegué a pensar que los libros y la música lo habían forjado. Craso error, fueron algunos momentos de mi niñez, que las lecturas sólo se encargaron de reforzar, moldeando y reafirmando mi personalidad prefigurada. A veces las desgracias forjan el carácter de las personas, en mi familia materna viví de cerca la desgracia familiar; la ceguera de mi abuelo para empezar.

Mi abuelo perdió la vista a una edad madura, y no se inmutó, para él fue como perder un zapato, sólo siguió caminando, a mi abuela la atropelló un imbécil y la dejó inválida de por vida, y ella se dedicó, a partir de entonces, a arreglar su cajón, que contenía cosméticos y estampas de santos, donde merodeaban las cucarachas de la casa, siempre decía que sus nietos éramos guapos y buenos, que la gente de fuera era mala y malvada. Su desconfianza hacia los extraños era proverbial.

Mis abuelos maternos  eran originarios  de un diminuto pueblo llamado Buenavista de Cuéllar, ubicado en el Estado de Guerrero, en los límites del Estado de Morelos, donde se cuenta que echaron a la gente de Emiliano Zapata, cuando se querían llevar a sus mujeres. Para mí, ir a ese pueblo, era como Michael Corleone cuando viaja a Italia, un reencuentro, un volver al seno, a pesar de no conocer mucho de ahí; todos eran amables, inocentes, gente bonita y buena. Ahí vivían las hermanas de mi abuelo, Bertha, Luz y Tonchi, que nunca se casaron, eran como monjas, de sus labios solo emergía paz y solemnidad, a pesar de sólo tener la educación primaria, parecían tener un conocimiento de vida amplísimo. En la casa de repente aparecían tarántulas y la tía Bertha las mataba con una escoba, como si fueran mosquitos. A diario se respiraba el fervor religioso, una tenue melancolía por Jesús Nazareno. Mi abuelo se llamaba Jesús, y una vez me contó que le iba a dar un machetazo a un señor porque no le daba agua, pero resultó que era un fantasma. Las apariciones eran frecuentes en el pueblo que, condenado al olvido, debía crearse sus fantasías y temores locales, no por una necesidad sociológica, sino temperamental, psicológica.

El mayor orgullo de la familia era un miembro que llegó a ser presbítero, un sacerdote misterioso (al menos para mí), que se dice los ayudaba económicamente, y era muy devoto; nació con ello. A diferencia de su hermano sacerdote, mi abuelo era diestro en imponerse a quien fuera, de manera sutil, con elegancia, a pesar de su rústica educación, su manera parca y racional de decir las cosas le ganó el aprecio de muchas personas, era capaz de darle una patada en las bolas al Presidente si se lo merecía, sin más explicación que el sentido común y la justicia, acompañado de un sentido divino de la misma.

Le agarró el gusto al jazz, que escuchaba de un cassette en su grabadora, después de escuchar su radionovela "El derecho de nacer".

Nos legó el sentido común, para quien lo quisiera tomar. Yo rogaba a Dios porque recuperara la vista, y porque mi abuela volviera a caminar, hasta que me cansé de rezar, sentí el abandono de Dios en la escuela básica, que para mí fue un infierno. Mi abuelo nunca aprendió a conducir, pero sabía montar a caballlo, mi abuela sí aprendió a conducir un vochito, pero, después del accidente automovilístico, y  con su problema de diabetes se perdió en un abismo de dolor y demencia del que no regresó. Sin embargo, de repente recordaba nuestro nombres y nos besaba y abrazaba como si no nos hubiera visto en años.

Cuando mi abuelo falleció sólo dejó pagada la renta de la casa, y unos cuantos objetos personales de poco valor, tal como lo hubiera hecho un ilustre filósofo, se fue sin deudas, y evitó la disputa familiar; sin propiedades no hay problemas.

Por aquellos años, o un poco antes tomé conciencia de mi tío "enfermo", dicen que lo envenenaron, porque no se quiso casar con una mujer que se encaprichó con él. Yo debía tener unos siete años cuando me contó sobre el día que se arrojó desde un segundo piso, me lo contó con una sonrisa sardónica y unos ojos extáticos, una voz le llamaba, amigablemente, se asomó a la ventana y un señor de sonrisa bonachona, le dijo, ven, tal vez fue el Diablo en persona, porque lo convenció, se aventó, y después de rebotar sobre unos cables cayó sobre el toldo de un automóvil estacionado, a partir de ahí, lo declararon "loco".

Más que un sumario de acontecimientos, quise poner sobre la mesa mis mayores influencias en la vida, y acontecimientos que considero relevantes para el desarrollo de mi ser. Como esa vez que me salí de mi cuerpo, y una fuerza tremenda me absorbía hacia el infinito. El desdoblamiento astral fue para mí la revelación de un misterio, una confirmación de la futilidad de la vida material, un ocaso del sueño humano, como si fuéramos una coma en el tomo de una enciclopedia enorme.


Mundos Imaginarios:

La mayoría de las personas pueden cumplir sus sueños, la mayoría de esos sueños son simples y terrenales. Obtener un buen empleo, tener esclavos a su servicio, comer platillos exóticos, aventarse en paracaídas, etc. es decir, sueños vulgares y corrientes. La democratización de la vulgaridad llegó de la mano de la medianía del gusto y las expectativas a nivel mundial. A nadie sorprende que un don nadie, de la noche a la mañana se convierta en un gurú empresarial, y tal vez en un exitoso youtuber que da consejos sobre superación personal y emprendimiento. Mismos gustos, mismos peinados, tatuajes, misma palabras, ¿quién no ha dicho "yo me vendo"? Las ventas son un pretexto de la humillación autoinfligida. Líderes vacuos  y predecibles, canciones cada vez más básicas y sencillas, ahuecadas, dictadura del entretenimiento por streaming, cabezas limitadas y miméticas, números y dinero fácil, catapulta de imbéciles sin autocontrol, Estandarización del conocimiento.

La mayoría de las personas basan sus creencias últimas en su confort diario, un día adoran al Diablo, otro día a su dios, pero casi siempre se hacen los listillos que pueden vérselas por sí mismos, hasta que la desgracia cae sobre su persona, entonces todo se derrumba, y con el alma lacerada y mancillada se vuelven dignos corderitos de una película cursi y ridícula. Cada vez es más difícil encontrar a una persona auténtica y soñadora, un ser enquistado en el devenir incierto, capaz de sondear el infortunio y regresar con una carcajada en una mano, y con el corazón destrozado en la otra. Al contrario de lo que se pensaba antaño, ya no es difícil la comunicación entre dos individuos, ni entre naciones. Nada es más fácil y automático que la comunicación entre idiotas y mezquinos.

 

A veces extraño la Guerra Fría, ese mundo imaginario que nos sumergía en fuerzas creativas, para bien o para mal. La insensatez y la soberbia lujuria del timonel orgulloso e impredecible, la posibilidad de otro devenir, la promesa del cambio, una obra de arte escandalosa, un disparo que proviene del abismo; ahora nosotros somos el abismo, tirando dardos a una pared de fotografías horrendas.

Prefiero ser un idiota, un perro apaleado en este teatro del absurdo, ser absuelto por estupidez y no premiado por complicidad. Yo me largo, tal vez en otra vida regrese como Jesucristo o el nuevo Jimi Hendrix, lo más seguro es que reencarne en cucaracha, es para lo que estoy entrenado. De cualquier manera les quiero dejar un lindo recuerdo. Si alguien lee estas líneas, puede estar seguro que, éste que escribe no fue un rajón ni un cobarde, si me ponen de frente con el Creador le daré duro con el puño cerrado. No me considero un vagabundo, pero en tiempos de canallas ,más vale no deberle nada a nadie.


Estas fueron mis últimas líneas, antes de volarme los sesos, y unirme a los Pajeros del Metaverso, organización psicoastral- postmortem encargada de colectar y rescatar escritos que nunca salieron a la luz con el único fin de darlos a conocer por cualquier medio a las conciencias cooptadas por el Vurt (Jeff Noon reloaded). La organización me pidió que lo publicara por este medio, yo vengo del futuro, sólo de visita jeje.

Nos vemos en el infierno chaval, te traes un disco de Robert Johnson.