martes, 8 de abril de 2014

Venga la mejor banda de los USA


Fui por ahí de los años 70's cuando nos reunimos Lester Bangs, John Peel y un servidor para discutir acerca del futuro del rock norteamericano.  El punto de reunión mi fue mi humilde morada. Lester ya venía puesto con un coctel de barbitúricos y bourbon. John aceptó una cuba de Bacardi blanco, y yo me puse a tono con unas cervezas bien frías.

Lester babeaba como perro y de repente decía: da dada do rock. John Peel con su solvencia y apuesta manera de llevar la conversación me refirió que veía al rock norteamericano como un coche antiguo destartalado, a lo que refuté que algunas bandas como The Mothers Of Invention, The Stooges, etc. eran una prueba fehaciente del desarrollo del género, pero insistió en la falta de "personalidad" y sentido trascendental que al contrario, sí tenían grupos del Viejo Continente.

Con su gracejo particular y agudeza para detectar buenos grupos dijo que probablemente The Ramones eran el diamante en bruto. Así  fuimos pasando revista de grupos de todos los frentes, desde los más radicales, los más comerciales, los más experimentales hasta los más underground; de estos últimos John Peel era experto, pues conocía a los grupos antes de que se formaran.

En algún momento entraron las chicas que invité a deleitar a mis invitados de lujo. Las tres no pasaban de los 30 años. Clarita, era la morena con corsé y medias de cuadritos con encaje, las ondulaciones de su cabello daban la impresión de un spaguetti moreno. Pame, la segunda dama, venía, no sé el porqué, con un  vestido tipo victoriano, donde apenas se notaban sus frágiles tobillos. Pame era rubia, de cabello lacio, a media cintura, y tenía unos ojos de monja, o de ciega. La última, que no recuerdo su nombre, era la histérica, que desde el primer momento lanzó su grito de desaprobación por el estado de Lester, quien en un intento fallido trató de follarla en el mismo instante de su llegada, lo cual no ocurrió debido al cortés y prudente golpe que le proporcionó John en la quijada. Ésta última no era realmente atractiva, pero venía ataviada como prostituta de la Merced, y probablemente en combinación con sus rasgos zapotecas inspiró a Lester a fantasear con el eterno ideal de colonización.

Lester Durmió por eso de unas 2 horas y cuarto, mientras yo iba y ponía algunos discos, esperando la aprobación del gran John. En la plática nunca mencionamos temas políticos y demás verdulerías. Pero en cuanto despertó Lester, comenzó el infierno. Tirado en el piso mojado por un trago tirado dijo, al tiempo que señalaba a la tercera muchacha anónima: ¡Hija de perra nos vas a matar pendeja! En efecto, la señorita x había puesto algo en nuestros tragos porque en cuando escuché el grito mi casa era un parque de alhucemas fosforescentes, y John Peel disfrutaba de un felatio de parte de Clarita. En otro instante, como si Lester nos hubiera leído la mente dijo: ¡no sean idiotas, el rock norteamericano es el futuro, y la nave que va hacia allá se llama Grand Funk! En efecto nos tardamos mucho para aceptar el axioma. En unos cuantos pasos saqué el segundo álbum de los Grand, el llamado "Red Album" y lo puse a todo volumen. Acto seguido, inició la orgía musical.

Lester fue el conejillo de indias para la bolsa de enema que trajo la señorita x. Al parecer le introdujo alguna droga que lo puso como loco a dictar rabietas contra los republicanos en su país. John Peel estaba disfrutando del sexo  al compás del rock duro y cabrón de lo que consideramos como la mejor banda gringa.

Yo sólo me senté a observar a esos locos, mientras la rubia mojigata sólo me miraba con sus ojos de océano pacífico, que por segundos, parecía saltar un delfín de uno de ellos.